.


domingo, 25 de julio de 2021

tarta de espinacas


Compruebo fortalezas
y me resigno a transitar estas tristezas.
Desando los caminos recorridos,
una grata alerta me acompaña
en la espera de lo nuevo. 
Lentamente aparecen las opciones.
Veo las opciones,
como veo el gusto 
de la sanidad indisoluble
y su futuro esperanzador,
en la primera porción
humeante
de una tarta de espinaca
en el televisor de la panadería.
Consciente del coma 
que me habita el alma
me interpelo en el espejo
como si estuviera en una película 
que no es importante.
Puede haber cursilería,
pero no voy a organizar mis ojos
en cualquier opción sin tiempo.
El letargo del calor 
en repetidos febreros
me desgastó rodillas, abdomen
y las tetas,
me espanta que me importe menos
que la tarta de espinaca
pero debo enfrentar la realidad.
Compruebo el aumento 
del cansancio
y me preparo a soportar estas tristezas.
Lo que me duele es el error
de construcción de cimientos,
la confusión, el no poder habitar
mi esencia
por haberme regalado a otras,
suponer que así era la verdad
y haber confiado
ciegamente
en la epigenética.


MabelBE

sábado, 12 de junio de 2021

Corazón alérgico a la nada

Lo difícil de mi cara brota de un corazón alérgico a la nada. Desde que me apropié de aquel atardecer que nunca tuvo algo con las estrellas duermo con una grieta incómoda entre los brazos y el alma anudada a relojes detenidos que me obligan a seguir siendo un pozo por donde se siguen yendo mis cosas.
Pero me falta saber cuál es la mirada de ojos cerrados, pisar el tramo superior de la escalera de incendios, y vivir esa transmutación de lo imposible en posible que el mismísimo amor ha reservado para nombrarme.

MabelBe
nada que ver con las estrellas

viernes, 11 de junio de 2021

Me volví

Me volví desorientada
de silencio suave, de piel alumbrada
y adherencia extraña, de amor a la gorra, de plaza
en canciones que siempre dejaron de ser.
Me vi en el vértice perpetuado de la esquina, en el tarro de los fideos, en la alacena
con reflejo de aromas que entibian el aire, en las formas de la gente
del amanecer a los gritos por la vereda.
Otra vez habité mi esperanza ingenua: ese ciclo de semillas 
entre lluvias sin mesura.
Fui
un poco
en la cotidianidad del desafecto oculto
de mil libros sin respaldo, en dos manteles, en el pequeño
adorno ruso, en cuatro platos
y en el juego de cortinas
que marcó la impaciencia de un tiempo pretendido como azul.
Para no olvidar
me envolví en desganados recuerdos del vacío
que dura hasta el fin de cada sahumerio
y me silencié en un “cómo no hablamos de ésto y lo otro”.
Contemplé con pena el tono, siempre a punto de tragedia
que no volveré a sufrir.
Busqué el mensaje “estamos bien” en el sueño de la siesta
y me volví 
desorientada
de esencia resbaladiza, de sillones verdes y alfombras pequeñas, del living
de otoño que brama actitudes ciegas de tristeza, de esta atmósfera 
de permanente abandono
que me quedó como herencia, del "ponete una camperita".
De estas alas
que 
no sé como 
siguen planeando
sobre un vértigo de poesía sin metáfora
que se va de mí pero se queda aquí.

MabelBE
Mas o menos igual

miércoles, 9 de junio de 2021

Psique y Eros

Psique es la menor de tres hermanas hijas de un rey de Anatolia. Una princesa cuya belleza es indescriptible. Todas las mujeres la envidian. Todos los hombres que la miran quedan prendados de su hermosura y se olvidan de rendir pleitesía a Afrodita.
Y aquí comienza la historia, porque es precisamente Afrodita, celosa de la belleza de la mortal, quién envía a su hijo Eros (cuyo cometido era lanzar flechas al corazón para armar amores) para que le lance una flecha de oro oxidado, que la haga enamorarse del hombre más ruin que encontrase, así se volvía bien infeliz.
Pero, al ver a Psique, Eros se enamora perdidamente de ella, lanzando la flecha al mar. Espera a que la muchacha se duerma, y se la lleva volando hasta su palacio. Para evitar la ira de su madre, Eros se presenta a Psique siempre de noche, en la oscuridad, y prohíbe cualquier pregunta o comentario sobre su identidad.
Una noche, Psique le cuenta a su amado que extraña a sus hermanas y desea verlas. Eros acepta a regañadientes, advirtiéndole que querrán acabar con su dicha. A pesar de todo, a la mañana siguiente Psique se encuentra con ellas, quienes, envidiosas como siempre, le indagan acerca de su marido sin cesar. Al no poder explicarles como es él, ya que no lo ha visto nunca, acaba confesando que no sabe quién es. Sus hermanas le dicen que seguramente es un monstruo y que por eso oculta su apariencia, y la convencen para que en mitad de la noche encienda una lámpara y lo mire.
Psique es muy curiosa, es su mayor problemita, junto a la inseguridad. Entonces les hace caso, y esa noche prende luz para observarlo. Solo que, al verlo tan hermoso, se emociona y derrama sin querer una gota de aceite hirviendo sobre la cara de Eros, quién despierta y -decepcionado y con muy poca paciencia y comprensión, por qué no decirlo- termina abandonándola.
Psique se desespera, se encuentra sola y loca de amor ruega a Afrodita que la ayude a recuperar a Eros.
La diosa, rencorosa (aunque no tanto como las hermanas), le ordena realizar algunas tareas dificilísimas como condición para recuperar a su amor, y con la esperanza de que no las supere. Pero Psique las va sorteando una a una, hasta que llega a la última, que es ir a buscar un cofre al Hades. Llega allí, y Perséfone, diosa de la ultratumba, le dice que lo que hay en el cofre es sólo para Afrodita. Psique, con el cofre en la mano piensa que ahí adentro hay poder, que eso la haría fuerte para reconquistar a Eros, y cosas así, olvidando que la curiosidad y la baja autoestima ya la habían jorobado antes.
Lo abre. Prueba no superada. En vez de encontrar poder, encuentra sueño eterno. Cae instantáneamente desplomada en la hierba, con condición de eternidad.
Eros, en tanto, sigue sus andanzas pero no puede olvidarla. Llevado por el amor de siempre la rescata, y luego pide a Zeus vivir junto a su amada para siempre.
Así es como, poco tiempo después, concedido el deseo de Eros, Afrodita y Psique (ya inmortal por el favor de los dioses) hacen las paces, y permanecen todos juntos en el Olimpo. Felices por siempre jamás, por la eterna virulencia y algarabía de los tiempos y las sonrisas. Sin frío, sin hambre, sin mayor dolor que la vanidad. Dioses tienen que ser. Lindísimos, limpios, sanitos, exitosos, buen clima, cero aburrimiento. De las hermanitas ni idea, seguirán en Anatolia...
.
.
MabelBE
Sobre la historia de Psiquis y Cupido

martes, 8 de junio de 2021

Madera

Escribe sus visiones en pedazos de madera. Una y otra vez, caminando bajo el cansancio de cualquier ciudad al anochecer, en el comedor con una lámpara amarillenta sobre el rostro, antes de la cena. Durante la primera mitad de las mañanas nubladas, en los veranos sin mosquitos [no tiene noción de que fue el primero que dejó ese amor a pesar de que a menudo duda sobre si alguna vez lo vivió, pero ¡cómo lo hicieron sufrir cuando escuchó que ya no lo querían!].
Corta árboles sólo para que las astillas concentren su historia, luego enciende el fuego y espanta a los fantasmas sin detenerse a describirlos. Es un ángel a la vez.

MabelBE