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martes, 31 de diciembre de 2013

Ebelina 58


Ebelina también ha dormitado la orden de escribirse.
Y ha angustiado la orden de enviar.
Sobre el riesgo del fin, en el aprender, espera
el movimiento suave que desate el ancla.
Como la gran mayoría, suelo llamar en silencio al monstruo
con absurdas repeticiones.
Y como siempre, el monstruo riega con muerte
a las Hadas del jardín
mediante el relato de las vivencias
de los pequeños hombres y mujeres de los Trece.
Ella teme que, al preguntarse si sobró especulación,
la respuesta desangre su luna
(pero al monstruo lo mató).
Ebelina ya puede acariciar el poema más preciado, el que no profiere reproches. Y yo captar mis primeras atenciones, aleluya hermano a semejante incomodidad.


® Mabel Bellante, 1995

lunes, 11 de noviembre de 2013

Hogar

Buscar quien cure la rupofobia: si alguien la cuida, ella se cura [dice]. Buscar el espacio que nadie más puede ocupar, el hogar. Buscar el hogar: si alguien con aroma especial le ofrece dos paredes, ella construiría las otras con la mayor creatividad posible. Entablar conexión con el sentido, con la realización de las propias paradojas, sin distanciar anímicamente al mundo de la puerta principal del corazón, contemplado desde algo que es llamado impulsivamente vacío, y que al fin es el universo. Buscar quien la cuide de ese universo adentro del cual construyó un mundo que guarda secretos de amor, la eternidad sublime de reconocer sólo cuando siente, un cachorro obediente que arma caricias una y otra vez, el camino cotidiano de los días, margaritas silvestres bajo cielos violetas. Si alguien la cuida, ella se cura [pero no cualquier sucio, dice].

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ebelina 47


Lo malsano de las flores: su posible inexistencia.
En el recuento de acciones está bien claro y con mi firma.
Ya perdí unas cuantas vidas
en el intento de ser parcamente mimada.
Las perdí en torpes accidentes, donde fui
la acompañante malograda del conductor borracho.
Lo malsano de una explosión en la aldea sin paraísos:
su posible inexistencia
y el tener, de nuevo, que vivir.
Con mis muertos, entre los escombros, tanteamos donde vivir…
Miramos como diciendo –siento espanto, pero no lo sé.
Vagamos repitiendo -que asco, que asco, pero con tristeza.
Lo malsano del cielo: la posible inexistencia de los ángeles.
Tengo bien claro que la muerte mejora toda reputación
pero siento mucho apego a la longevidad.
Ebelina se empecina en donarme incorpóreos dibujos de amor, que se suceden como velos en el trasluz protector de cada día.

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® Mabel Bellante, 1995