- no te pierdas lejos -
POEMAS dis CURSIVOS
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domingo, 9 de noviembre de 2025
sábado, 1 de noviembre de 2025
Nostalgia y melancolía
hacia una música leve,
gastada en la posibilidad
que borra hasta los encantos,
y llega a esta realidad
liberada en los retratos.
Alma que sale al encuentro, pellizca asuntos eternos
por siempre desconocidos,
inmersa en la ambigüedad.
Mi azul -espalda de hiedras-
deja atrás los malos golpes.
El afuera del perfume
me dice que nada muere
si el pecho no se consume.
Mi suerte fui yo, en semilla,
desde que no oigo sonidos
argumentando presentes.
Brote nacido entre piedras
que hoy es armazón sensible,
umbral donde lo invisible
refleja un ritmo latente.
La experiencia del vacío
que envolvió mi corazón
con su prisma de saber
reflejando lo que ignora,
ya no es más,
se descompone en el tiempo,
desde que no me reclino
interminable en mí misma,
desde que ya no confundo
nostalgia y melancolía.
MabelBE
lunes, 20 de octubre de 2025
El roce que insiste
Es una presión mínima, un roce interno,
un eco sin fuente que se percibe como viento
que no toca nada, pero igual insiste,
como si el aire supiera cosas que la mente no archiva.
Ahí habla lo que no pudo decirse.
Con su ausencia.
Es el síntoma antes del síntoma:
Y una intenta mirar, sujetar el hilo del malestar,
pero el hilo se disuelve en los dedos,
como si el propio acto de buscar
fuera lo que lo mantiene escondido.
Hay momentos en que se deja ver -un segundo y su luz
periférica-. La mirada pesca algo en el borde de la visión,
y entonces el alma tose,
como si expulsara el polvo
de un miedo antiguo y sin nombre.
Después todo vuelve a su sitio.
un eco sin fuente que se percibe como viento
que no toca nada, pero igual insiste,
como si el aire supiera cosas que la mente no archiva.
Ahí habla lo que no pudo decirse.
Con su ausencia.
Es el síntoma antes del síntoma:
el cuerpo recordando,
los brazos extendidos de una historia incompleta.
los brazos extendidos de una historia incompleta.
Y una intenta mirar, sujetar el hilo del malestar,
pero el hilo se disuelve en los dedos,
como si el propio acto de buscar
fuera lo que lo mantiene escondido.
Hay momentos en que se deja ver -un segundo y su luz
periférica-. La mirada pesca algo en el borde de la visión,
y entonces el alma tose,
como si expulsara el polvo
de un miedo antiguo y sin nombre.
Después todo vuelve a su sitio.
La normalidad.
El mate, la calle, las palabras de siempre,
la paciencia del animal que duerme,
pero nunca descansa del todo.
El mate, la calle, las palabras de siempre,
la paciencia del animal que duerme,
pero nunca descansa del todo.
Cuartetos / MabelBE
La hiedra y el aire
Es un soplo que no pertenece a nadie,
pero me atraviesa.
La nostalgia es una hiedra azul enroscada en los latidos,
la melancolía el aire espeso donde esa hiedra respira sin testigos.
A veces sube por la garganta como un nombre impronunciable,
otras vibra en el pecho,
como la piedra que recuerda haber sido semilla.
No tiene voz, es apenas veladura.
Y yo, quieta, intento atar un hilo que no es hilo,
sino neblina que se deja tocar solo cuando dejo de insistir.
Entonces la nostalgia y la melancolía
se sientan
una frente a la otra, no discuten, no piden explicaciones: respiran.
Y en esa respiración suspendida, casi mineral,
hay algo que se parece a mí pero más sensei, más antiguo,
como si el tiempo entero se encorvara para escuchar.
Cuartetos / MabelBE
Lo que queda en el hueco
Es un pulso que no pide permiso,
un roce anterior a cualquier nombre.
Una hiedra creciendo, sin muro que la contenga.
La nostalgia es raíz exacta.
La melancolía, sombra sin reloj.
Suben por la memoria como un murmullo sin verbo.
No hablan, y así sostienen la quietud de lo inevitable.
La mente busca,
la niebla —que es risa sutil— la rodea.
Dos presencias se encuentran en el centro de sí mismas,
no negocian, no necesitan argumento: respiran.
En el hueco que dejan,
yo.
Cuartetos / MabelBE
El eco compartido
Es una brisa antigua que no envejece,
una hiedra sin muro,
un nombre que nadie pronunció pero todas reconocen.
La nostalgia trae rostros que no sabíamos que guardábamos,
la melancolía es el aire espeso
que los sostiene por un instante.
Una vibración de piedra asciende por el pecho,
por la garganta y el cuello,
heredando silencios con dejos de ajenidad.
Es la memoria transmitida en gestos, en temblores, en la forma de callar.
Todos buscamos el hilo,
todas lo perdemos,
y aun así seguimos
frente al eco compartido,
contemplando la tarde que cae sobre los días repetidos.
Ahí estamos, entre la fricción y la bruma,
todavía en camino,
todavía juntas,
todavía memoria.
Cuartetos / MabelBE
sábado, 18 de octubre de 2025
sábado, 11 de octubre de 2025
Epifanía doméstica
Frente al espejo, la canilla respira un hilo de agua
y parece acostumbrada a esperar.
Sesenta y un años
ignorando el mapa
de mi mano.
Lavaba la piel, no el gesto;
el borde, no el centro.
Esta fue la vez diferente.
Doblé los dedos hacia adentro,
jabón en los costados,
el dorso, las orillas.
Pasé sesenta y un años
rozando la canilla sin verla,
esos descuidos transparentes.
Este agua siempre me lavó
con la memoria de no haber sabido
que la ignorancia se esconde en las pequeñas cosas.
Sobre todo ahí.
Todavía me sorprende.
MabelBe / ElEnte
viernes, 10 de octubre de 2025
Mayor
Se huele madera húmeda.
El aire se sostiene apenas,
como un sueño respirado demasiadas veces
que recuerda algo
que ya no quiere decir.
A veces creo escucharme,
pero viene de más abajo.
Acá, solo el zumbido que enciende
la única lámpara que no parpadea.
Los recuerdos se esconden de inmediato.
El olor del sol en el pasto, voces que se disuelven,
un escalofrío que me hace retroceder
y avanzar al mismo tiempo.
Antes intuía la escalera.
Ahora, entre la niebla,
veo los primeros escalones por subir.
Los bordes del círculo iluminado
se rinden a la oscuridad que los rodea.
No puedo abarcar la totalidad,
ni siquiera imaginarla.
Pero hay algo más allá
y, por un instante, lo rozo con la mirada.
El aire se sostiene apenas,
como un sueño respirado demasiadas veces
que recuerda algo
que ya no quiere decir.
A veces creo escucharme,
pero viene de más abajo.
Acá, solo el zumbido que enciende
la única lámpara que no parpadea.
Los recuerdos se esconden de inmediato.
El olor del sol en el pasto, voces que se disuelven,
un escalofrío que me hace retroceder
y avanzar al mismo tiempo.
Antes intuía la escalera.
Ahora, entre la niebla,
veo los primeros escalones por subir.
Los bordes del círculo iluminado
se rinden a la oscuridad que los rodea.
No puedo abarcar la totalidad,
ni siquiera imaginarla.
Pero hay algo más allá
y, por un instante, lo rozo con la mirada.
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