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sábado, 3 de junio de 2023

Proceso de olvido

Otra vez esta parte del camino
en mis pasos que caminan
el paisaje.
Casi una pampa, el olvido donde
el alma 
va a volver a trabajar.

Vuelvo a sombras de rencor
que la semántica olvida
por su energía nublada.
Las asusto, corren
por el descampado, con su forma de 
pluma 
y esa ceremonia silenciosa
que fastidia los ovarios.

Estoy pensando en matarlas.
Será en algún desayuno
mientras dibujo corazones con la miel
cayendo
en el mate.
Desaparecerán con el último ruido de la bombilla.


 MabelBe

domingo, 9 de octubre de 2022

F.- El ente que siempre está

La mirada, en la parte de abajo del tapial del patio, a la altura del zócalo, es la línea imaginaria que separa la pared salpicada por la tierra mojada del día o los días anteriores y el resto pintado de blanco. Es la ropa colgada la que el viento revuelve en el frío del atardecer, que a la vez alborota el pelo y hace cerrar los ojos. Soy una bruja, el paso de los días me declara inapetente, pero me siento a merced de la gente. Me siento impotente. Tender la ropa, con las sombras que refrescan la noche cayendo sobre tantas cosas purifica la escena. Soy una bruja. El viejo lavarropas, testigo de lágrimas en el lavadero, las impregna en camisas, pantalones, vestidos y camperas que nunca parecen totalmente limpixs. La brisa que gira en el patio le da movimiento hosco a la mirada porque en este sitio, a esa hora, nada fluye. Soy una bruja a merced de la gente, esto soy y esto doy. Me aburren los vicios, por eso los venzo, pero me siento impotente, a merced de la gente. Puedo decir, incluso y solamente, que de la ropa viscosa cuelga una específica angustia de pájaros que se arrastran, derribados por la espalda uno por uno, uno por uno. Al costado, atrás, desapercibida, soy la testigo del lavarropas, a la vez testigo del desvío de la atención de la mirada del principio, que ya no está, la que no mira el suelo, que ya no está. 

El ente que siempre está aparte, y siempre presente/ MabelBE

miércoles, 14 de septiembre de 2022

D.- El ente que siempre está presente

Hace poco entró en mí una sensación de vida aceptada. Agradecer la totalidad y a caminar bajo los árboles con amor. Antes vivía más gris, tengo 58 ¡pero qué menos parecés, estás genial!, quiero estar así a tu edad. Me levanto a la mañana repleta de enseñanzas en este tiempo de simpáticas alertas respetuosas en cada maldita crisis repetida. A veces me emociono. Que la felicidad se sienta en la selva del corazón, a descansar, me repite esta naturaleza, que despida al miedo así puedo pasear sin tiempo o planear algo adentro de esta mente desconocida, que me fastidia un poco a decir verdad. 

El ente que siempre está aparte, y siempre presente/ MabelBE

 

sábado, 18 de abril de 2020

Cortina

Subo la cortina con este cordón marrón claro.

Las últimas tiras, enrolladas como historias crudas, se enganchan entre sí.

-el fuego no es el que va

El día se vuelve un río en desborde, siento un pinchazo en el pecho

justo con el tope, arriba. Sujeto la traba, voy a abrir las ventanas.

Nunca estoy preparada

-siempre alerta a dos o tres cosas equivocadas


así que sigo, -más acostumbrada, resignada, indiferente.


Miro al aire invisible que se cruza en el pasillo.


Tiempo atrás dije “estoy shockeada”

ahora sé que intuía la continuación 

del camino.

Que pase el aire.

Que en su limpieza de recuerdos me abrace sin nostalgia

y -antes de volverse melancolía- que desborde los vacíos

-¿cuántas veces viví de estas escenas?

-¿cuántas veces bebí, me embebí y me adormecí?

y de silencio.

-esta parte sucede como un zumbido y huele a pequeño vestido negro

con la imagen del resto de las emociones que deben atravesarme

antes de irse

-enfáticas.



MabelB

lunes, 9 de octubre de 2017

A.- El ente que siempre está aparte, y siempre presente

A mi poesía desordenada, un día llegó un vampiro al que todavía hoy trato de convertir en ángel cada vez que el amor se acomoda a su azul sinuosidad, y dejo que se bañe en mí. Bueno, bueno, no es para tanto, dice la voz repetida de mi poesía desordenada, que está tirada en el pasto verde, con el sol rebotando en las rodillas. Que no hay final y que no le importa mi tristeza. El tiempo le pide permiso y como siempre obediente de misión obsoleta, se apura a contestar que sí. La muy bruta. Quiero cachetearle el brazo. A ver si ésto cambia alguna vez, pienso suavemente o locamente, cada vez que la situación se me escapa por una azotea estrellada o se filtra en mis propios embustes. Fue un impacto el primer verso. Al terminar el segundo seguí en su ritmo de silla o de guirnalda entre crueles renovaciones de hipótesis. Afín a los tiempos, se ha vuelto suplente de sí misma como una bacteria que creció en la sorpresa de verse crecer y su redundancia se perdió en un punto de vista cualquiera justo cuando la lluvia venía con la palabra necesaria. 

El ente que siempre está aparte, y siempre presente / MabelBE