Frente al espejo, la canilla respira un hilo de agua
y parece acostumbrada a esperar.
Sesenta y un años
ignorando el mapa
de mi mano.
Lavaba la piel, no el gesto;
el borde, no el centro.
Esta fue la vez diferente.
Doblé los dedos hacia adentro,
jabón en los costados,
el dorso, las orillas.
Pasé sesenta y un años
rozando la canilla sin verla,
esos descuidos transparentes.
Este agua siempre me lavó
con la memoria de no haber sabido
que la ignorancia se esconde en las pequeñas cosas.
Sobre todo ahí.
Todavía me sorprende.
MabelBe / ElEnte