
Pero me falta saber cuál es la mirada de ojos cerrados, pisar el tramo superior de la escalera de incendios, y vivir esa transmutación de lo imposible en posible que el mismísimo amor ha reservado para nombrarme.
MabelBe
Escribe sus visiones en pedazos de madera. Una y otra vez, caminando bajo el cansancio de cualquier ciudad al anochecer, en el comedor con una lámpara amarillenta sobre el rostro, antes de la cena. Durante la primera mitad de las mañanas nubladas, en los veranos sin mosquitos [no tiene noción de que fue el primero que dejó ese amor a pesar de que a menudo duda sobre si alguna vez lo vivió, pero ¡cómo lo hicieron sufrir cuando escuchó que ya no lo querían!].
Corta árboles sólo para que las astillas concentren su historia, luego enciende el fuego y espanta a los fantasmas sin detenerse a describirlos. Es un ángel a la vez.
Los círculos de la energía se fundieron en mi pecho, volví a comprobar tal cercanía y me pregunté por qué mantener vivo un lugar donde se activan alarmas tramposas que golpean el corazón, entre otros desastres. "Pensás mal, no estás viendo, te alejás”. Pero entre la angustia escuché un “por fin”, así que durante otro rato disfruté del darme cuenta, dejándome ser, a mi suerte y voluntad, en la entraña central.
Todos los hirientes aparatos que construí y reconstruí, hicieron que me pierda mirando un horizonte de artilugios sin final. Cuando entre los trastes divisé la costumbre desazonada de presionar al alma, la visualicé sorprendida, repulsiva, enojada, con mi cara y otra vez me espanté.
Un tiempo muerto hizo aparecer la palabra 'difícil', que me trajo a que todo puede ser más fácil.
Al final, lo irreversible de un cansado malsentir se abrió en exposición y sentí pena, los círculos volvieron a expandirse. Un raro mecanismo de limpieza me los extirpó como sábanas tendidas a un sol de niñez campestre, y se fueron corriendo a la aventura. Al desaparecer, el último esparció esperanzado el vaho del olvido.
Se asoma desde el borde filoso del lenguaje
al vacío
pesado
sin poder mirar abajo.
Es inadecuadamente fiel al desarraigo evitado
y se resigna, casta o estúpidamente, a la agonía
mencionada en la palabra "lacio"
por el yo poético número 23.
El ritmo, igual que el aire de los poemas
escribe el espíritu de la protagonista.
Adormece.
La música no siempre es una guirnalda, puede ser una silla.
La muerte que se esconde en el verso 3, pasa al verso 14
y se queda ahí
sin vuelo
hasta ahora, eternamente.
No pendiente de sí, pero sí de su literatura irresuelta
la protagonista expande el interés de sus primeros poemas
a los últimos
y pronuncia un "genial".
Sigue sin comprender lo difícil
y sigue sin entender el esfuerzo.
mab·bellan / mismo·lugar