naranjas, azules, rojas, lilas, ¡blancas!
entre el verde de los tallos. Cae como un deleite
su seda, casi como sinónimo de lo fuerte que algo fue.
Vamos al cuadrilátero.
Señoras y señores, en este rincón, el vestido floreado!
con mi cuerpo y gran parte de mi alma en su interior.
En este otro rincón, la esperanza. Su perfume de libertad y
el consejo de que debo someterme a la dulce polisemia
de lo que soy
adentro del hoy.
¿Tengo necesidad de decirlo? ¿que puedo asumir
lo que hay
y cambiarlo, e inclinar la balanza
desde el mismo comienzo de la lucha, si así lo quiero?.
Que impresionante, saber cual es la forma de ganar un combate
esencial.
Mi vestido ido. Lo desconocido acercándose, con una
duración de encuentros y acontecimientos
que me perduran y que, en forma
fascinante, se introducen en mis entrañas
exigiendo que lo saque de mi vista. Y yo, que amaba
·¿será pasado?· a ese vestido floreado, no descifro
cómo desprenderme de la tela para siempre.
No hay más posibilidad, pareciera, que pintarme
los ojos, buscar que el cabello brille como vidrio acompasado, delinear
los labios para que la sonrisa alcance a verse
desde lejos, encontrarme
por fin
en la mirada de eso que por allí flota, esperando ser presente.
Si, el vestido está gastado, ·¿y esa energía que ronda y que
suave me empuja los ojos hacia otros terciopelos, gasas y tenues tules
de donde sale?·.
Si, si, el vestido está muy gastado.
Pero lo nuevo es de cuidado. Hay colores que me dan alergia, como
el gris. Hay telas que pueden lastimar la piel. Someterme
a este momento epifánico
asusta
y no por su porte de ambigüedad, que se da sólo
en la inexistencia de finales y principios, sino
por esas imágenes
que se encadenan debajo de lo que veo, con el único objetivo
de formar la hierba
básica
que pisará el futuro que me queda.
De estas tonalidades nuevas hablan las entrañas.
·¿Y el pasado?¿de qué me habla el pasado?· Si está a punto de
romperse. Una brisa mas o menos potente
y chau vestido. Sólo sus flores pesan, representando
esfuerzo y estrategia, y sosiego. Y aunque sea cursi, me cuesta olvidar
el cuidado que puse en las ocasiones en que lo usé, la pasión, tantos
paseos en tardes de primavera, esa imperceptible mancha
de brindis que todavía hace sonreír.
Cuarto round. Las entrañas vuelven a la carga
mandándome de esas imágenes
tan bellas, tan nuevas
¡tan sin dolor!
y me piden que me ponga otro vestido. Han traido varios modelos
y prometen más. Me repiten
que tengo derecho a hacerlo, que tengo la obligación.
¿Y tengo derecho a decirlo? yo sé que puedo cambiar la
historia, si quiero.
Me detengo en mi propio territorio, donde
las diferencias no hacen la diferencia, y calculo el peso del asumir
la cuestión.
¿Y otra vez es necesario decirlo? ¿que necesito
dejar librada una parte importante
de la inclinación de la balanza
al universo? ¿que a la vez
me apresa el nocaut? ·si es técnico mejor·.
En este rincón, el vestido floreado! Lo cambio, si quiero.
Y si no quiero, tendré que continuar mañana
igual que ayer, con mi vestido florecido/desteñido: un florilegio
de lo que he sido entre la vaguedad de lo que seré. Ruego ser
consciente.
En este otro rincón, las entrañas! mostrándome una fotografía de mí
con nuevo vestido, con ojos pintados, con brillo en el pelo que cae
por mis hombros sostenidos en un abrazo, con una sonrisa
delineada ·¿por mis instancias?·.
El tironeo hace que dude
sobre qué es lo que soy adentro de este hoy. O sobre cómo seguir entre
supuestos espejismos camaradas. ¿Otro vestido?
¿debo someterme, omitir, retirarme? ¿inclinar la balanza del combate?
·¿ser parte de lo que no fluye ni emana entre el origen?·
Se puede ver perfectamente. Las entrañas milagreras
enfrentadas a una melancolía de otoño que subyuga
y una verdad que avasalla sin aclarar lo que define.
Cierran este estadio, no habrá nuevos combates aquí. La elección
es concluyente. ·Que haré, yo que tanto temo a la expresión
"para siempre..."·.
¿La valentía aún duerme al borde del ring?
que el sparring me la alcance.
Sigo mirando el vestido ¿lo tiro, lo conservo para secar
el sudor del corazón? ¿asumo que no quiero
desprenderme? ¿o que sí quiero? ¿cambio, no cambio?.
El poder yace en perfumes desconocidos, el arrojo
solloza con el desgajo de las flores.
Espacio único de entrañas, vestido de destino.
Batalla. Inacción contra lo otro.
MabelBe / AKASHIA. Ojos abiertos