En la hoja, aquella dirección era un poema más, que nadie visitaba, ilegible, por momentos aburrido. Lo borré. Costó sacar las migas de la goma de la mesa, porque parecían pegadas en toda la superficie. Hubo que hacer más fuerza en algunas partes, donde el lápiz se había escrito fuerte. Pero ya pasó. Ahora, en la página y en la mesa hay lugar para lo que enamora, amaneceres, mis gastados dolores, espacios y alguno que otro reencuentro. La misma sinergia recuperada del tiempo azul de la adolescencia, en su parte fugaz. La de siempre, la que gatea en la pradera vaciada, la que dibuja paisajes arriba de poesías tristes. La que va.
MabelBe / AKASHIA.Ojos abiertos