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domingo, 27 de agosto de 2023

Los perros de Hashima y el lago Bled

Siempre hay un perro al lado de lo que va dejando de importar, de lo que se vuelve más duro cuando no aparecen alternativas. Ni hablar de la nostalgia que producen las sombras de los árboles sobre el campo al caer de la tarde. No son felices ni en la niñez. Nunca quise estar en esas agonías de la hermosura cuya principal característica es la ajenitud. Será por eso que busqué ser como la isla sin nombre del lago Bled. En el alma me quedó grabada su forma de lágrima, que me recuerda a Hashima.
Yo hago latir la capacidad de ver vegetación rugiente, de músicas y sonidos conviviendo entre la voz humana, bajo techos siempre recién pintados y niños que arrojan piedras y risas desde la orilla.
Esta Hashima sin la irrealidad obtusa de silencios diminutos se ubica en el Bled, y sube por la escalera que ocupa gran parte de su suelo y bienvenida, ya sin la inutilidad del cuento de hadas pero siempre con un perro, compañero de la intemperie.
Es duro, más lo que cuesta reinventarse después, cuando no están las alternativas debidas. El dolor de vivir en el inconsciente colectivo. Ni hablar de la nostalgia que producen las sombras del atardecer en los árboles del campo.
Que suerte que existan los perros.

MabelBE

Smile

viernes, 25 de agosto de 2023

Correctivo


Como la nobleza sádica del siglo diecisiete
se te sale de órbita la inteligencia
y tus ojos no pueden esperar
a sentir otra vez espasmos de crueldad
mirando formas variadas de sufrimiento.
Así vas llegando a donde la fe es fuerte
y entre desubicaciones, impunidades e idioteces
seguís sin enterarte que padeces del síndrome de Hanff-Doel.
Querés resolver la malformación. Desapareces, creés
que ganaste una lucha.
Siempre me pregunto cómo haces con la impotencia.

Lo bueno es que en este punto no hay desrealización.
Sabés que esos viajes al paraíso nunca llegarán
y no te importa. 
Ajeno, perdido, sos un espíritu que anda haciendo de las suyas.
Llegué a esta conclusión
gracias a unos cuantos
gorilas, conejos, viborones, misóginos y misandristas
que, como vos, se acostumbraron a hacérmela difícil.

Cero hermetismo. Combatir
no es la actitud para triunfar en la vida.
Obligada a defenderme, cuando
me usan la dignidad para agredir
enarbolando mi propio lenguaje
como el único enfoque de transmisión, comprendí.
Podés creer mi buena suerte?: nunca
pierdo el norte de la esencia.

Andás haciendo de las tuyas
y no soy la única que conoce
cual es la actitud para pisar el paraíso.
Atenete. Todo lo que desees se cumplirá 
en vos.

MabelBE

martes, 22 de agosto de 2023

Caverna azul


Esta escolta de lunas y lloviznas
dibuja espacios, como ramas que bucean
en la oquedad azarosa de lo ausente.
Mi mirada se expande y te enraiza
adentro nuestro o afuera de un abrazo
que roza frutos del árbol sumergido.
Tus nociones regresan a encarnarse
en una sombra común que no comparte
burbujas ni brotes ni temores.
Caverna única. Azul. Que gesta grutas
y se vuelve sustancia transmigrada
por vaivenes intensos de palabras.
Este clima de niños en su juego
es un cielo viscoso sin peligros
que carece a la vez de piel y venas
en la oquedad azarosa de lo ausente.
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MabelBe

The smashing pumpkins

Juego 08

En el cielo no se podía volar. Hechos del mismo barro, cada uno en su molde, trabajábamos mejoras en las flores de las grietas. Hasta que un proverbio sin ojos escupió lágrimas largamente guardadas, y el lugar se volvió ciénaga.
Ahora en el barro hay más barro y un presente regado de piedras. Una muestra del futuro desde donde en breve se podrá contemplar el estancamiento de las alas al atardecer, con un original toque de pétalo disecado.
La nueva especie ha nacido y busca adoptar lo que aparezca. Huyamos arrastrándonos.

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Juegos / MabelBE

viernes, 7 de julio de 2023

Michael Longley - Autocuración

Yo quería enseñarle los nombres de las flores,
autocuración y centaura; en la gran finca 
donde nunca pasta el ganado, asfódelo de ciénaga. 
¿Acaso podría yo haber amado a alguien tan fuera de quicio 
y, como dicen, haberle dado alas? 
Había dormido en cuna hasta los doce 
por ser tan infantil, me supongo,
 o por falta de cama: ¿acaso su padre no había 
perdido todo en el juego menos el pastizal juncoso? 
Parecía tener el cráneo cincelado como una cuña 
sobre los hombros, y la espalda jorobada, 
lo cual le daba un aire casi académico. 
Pero no podía recordar las cosas que le había enseñado: 
cada nombre flotaba sobre su flor 
como una mariposa incapaz de posarse. 
Ese día desfloré una tragontina 
para dejar en libertad a los mareados insectos. 
Con delicadeza deslizó la mano entre mis muslos. 
Me dio miedo; y aún no sé por qué 
pero salí corriendo, bañada en lágrimas, a contárselo a todos. 
Me enteré de que todos los días de aquella semana 
lo azotaron con una vara de endrino, y luego lo amarraron 
en el henar. Yo podría haber sido la vaca 
a la cual habría descolado después con cizallas, 
y él el carnero enredado en alambre de púas 
que mató a pedradas cuando lo dejaron libre.