Trueques, mito mudo de la tierra, un presente con
raíces de otro tiempo bajo fuerzas que pisotean sus brotes. Todo ésto entre el
destello de un esperar sin tamaño. Yo me alejo. Renombro a los balcones
aturdidos por las flores para que se vuelvan caverna que parirá una canción. Me
deslizo por el aire y, cuando emerjo en alguna barricada que fue senda del
amor, los idilios y paciencias ya no quieren concluirme. Y eso me gusta, como el
sonido de las sombras colectivas, el no saber cómo mirar esas suavidades que vegetan, como el gris cielo entre nubes alarmadas por el propio
anonimato.
Salvo cuando aparezco en el espejo de mis labios
forrados de sangre y seda que me ubican en la aurora de mi rostro ilusionado
con regresos, yo me alejo. Los ojos, inmunizados de esperas que relatan, como
la expresión eterna de lo que sigue a lo que sigue, suelen parar en ese punto
que no distingue el conjunto. Trueques, fábula sin árbol, qué costumbre. Y por
eso soy del somos.
MabelBe / Akashia. Ojos abiertos