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domingo, 27 de julio de 2014

La ronda

No quiero comprometer el alma. Desde este concepto salgo, cuando sorpresivamente muestro partes de mí, en acción, en retardo, y en desgano. Tampoco me gusta ser vidriera ante el otro. No me pone cómoda especular con los deseos.
No me gusta ver la evidencia, como si fuera un espejo, con las limitaciones propias de un tiempo que empieza sin alegría. 
Y entre todo este "no", percibo un último rayo de sol que, desde el patio, pasa por el vidrio de la ventana de otoño, y cae descansado sobre mis hombros. Las mascotas estarían somnolientas... 
Luego, el color naranja, verde seco, blanco, de las paredes; y las imágenes que cuelgan. El término compromiso se corre de lugar. Tengo adentro parte de la energía que vive en ese patio, en este cuarto. Soy, cuando agrego un ser a mi destino y queda un árbol de coraje enraizado para siempre en las entrañas, plantado siempre cerca del ojo de intuición y del agua de la vida. En la tibieza de cada uno de los ambientes, libros: soy en cada página. O la melodía de sahumerio sobrevolando el trasluz del cuarto para pintar. Ahí y así, donde quiero envejecer. Ser yo, en mi deseo, vestida de objetivo sutil que encarna la naturaleza de mi alma y la de los otros en una misma ronda de niñez perpetua, y poder amar.

MabelBE

jueves, 26 de junio de 2014

Diccionario

Hay tantas cosas que nadie puede hacer por mí: sanar, enfermar, pensar, morir, comer, observar, odiar, sufrir, apreciar, imaginar, amar. Figuraciones que se vuelven genes incapturables y planean hasta desparramarse alrededor de una planicie de energía. Sensaciones que se vuelven sentimientos, cuando nadie más se da cuenta de que algo así está ocurriendo.

MabelBE

sábado, 15 de febrero de 2014

Siendo aire


Al camino, manejando en la ruta de la noche. Andaré en puntas de pie para no despertarme el alma en días como el de ayer, tanto ruido. Al mar, sin la carga de la angustia y su enfermizo aprecio anaranjado. Y volaré, además. Tantos cuándo, los porqué. Cosecharé mis campos. Seré la mismísima dirección. Pensaré como si fuera un paisaje, o aire. Seré guía, cansancio descansando, un sino. Mis cuestiones. Esperándome durante todo un tiempo oscurecido, con un sol entre las manos, con raíces, con heridas. A encontrarme. A mí. Adentro mío.
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MabelBe

lunes, 27 de enero de 2014

Valoraciones



No interpretemos lo que no escuchamos. Es presencia irreal. Como la sospecha y los celos, que sacan lo limpio del alma y hacen buscar en lo que amanece ya deshecho. Hay que escuchar al sentimiento para que sanen sus heridas. Seamos verdad, dilucidemos. A ver qué tanto es lo que falta para ser feliz.
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MabelBE

lunes, 11 de noviembre de 2013

Hogar

Buscar quien cure la rupofobia: si alguien la cuida, ella se cura [dice]. Buscar el espacio que nadie más puede ocupar, el hogar. Buscar el hogar: si alguien con aroma especial le ofrece dos paredes, ella construiría las otras con la mayor creatividad posible. Entablar conexión con el sentido, con la realización de las propias paradojas, sin distanciar anímicamente al mundo de la puerta principal del corazón, contemplado desde algo que es llamado impulsivamente vacío, y que al fin es el universo. Buscar quien la cuide de ese universo adentro del cual construyó un mundo que guarda secretos de amor, la eternidad sublime de reconocer sólo cuando siente, un cachorro obediente que arma caricias una y otra vez, el camino cotidiano de los días, margaritas silvestres bajo cielos violetas. Si alguien la cuida, ella se cura [pero no cualquier sucio, dice].

viernes, 9 de agosto de 2013

Persona




Empiezo a recuperar sensaciones elementales, aunque olvidadas; me refiero a cosas tan sencillas como el hambre voraz antes de la cena, la infantil somnolencia de media tarde, la seguridad que despierta en mí una gran araña, el placer de andar descalza. ¿No crees que podemos ser algo mejores si nos permitimos ser como somos? Tu escondite no es lo bastante hermético. Por todas partes se filtran signos de vida...
-¿Crees que no lo entiendo? El absurdo sueño de ser. No parecer, sino ser.
Cada tono una mentira y una traición. Cada gesto una falsificación. Cada sonrisa una mueca: el papel de esposa, el papel de colega, el papel de madre, el papel de amante, ¿cuál de ellos es el peor? ¿Cuál te ha causado más tormento?
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Ingmar Bergman.

jueves, 13 de junio de 2013

Alba de la endemoniada

Me tiras de la lengua: su sangre quieres ver.
Exiges que repita mi falso testimonio:
de qué modo y manera sentí al atardecer
vagar sobre mi pelo la mano del demonio.

No declaró su nombre, ni yo miré quién era:
el que no espera nada no pone condiciones.
Necesitaba un sueño. Pasé la noche entera
velando en una niebla florida de canciones.

El uno soñó al otro con ojos bien abiertos.
Temblando envejecimos. Remota la manzana
del sol ardió en la boca del reino de los muertos.

Comida de gusanos, la Luz entró en el piso.
—Comed todos de ella —decía la mañana.
Miré y se había ido. Con Él, el paraíso.



Alejandro González /España
[agonza59]

jueves, 30 de mayo de 2013

Descolor

Calles con alambres, adomecidas. Los perros tienen pelaje descolorido.
Al fin. Bar/panadería, una chica gritona limpia el mostrador, coloca bandejitas con masas en la vidriera, prepara un te golpeando las tazas hasta que se le caen al piso, y dice -uh!
El televisor gris, las sillas marrones de pana, de tela, de plástico. Ahora la chica gritona sirve en la panadería con una semi sonrisa, mordiéndose el labio inferior apenas. Será que le gusta el muchacho al que despacha?
De ser así, no pierde el sentido comercial: -puedo ponerte un poquito más y redondeamos los 3,40? así, son 2,56... Y después se pone a acomodar los billetes y las monedas, agachadísima hacia la caja registradora, los brazos pegados al pecho. Cuenta la plata ovillándose.
No para de hacer cosas.
Ahí llega la socia. Supongo que lo es porque se pone a trabajar inmediatamente, prende algunas luces, se fija el pan que quedó sin vender, repasa las órdenes sin hacer y comienza a preparar un sandwich, también se le caen pocillos. Mantiene un poco agachada la cabeza y mira a los clientes del bar a los ojos desde su gesto inclinado.
Ya me voy.
Pregunto a la socia por el baño. Antes de la escalera que baja, hay que pasar por una pileta donde la chica gritona está lavando un repasador. Me dice que el baño está abajo, primera puerta a la derecha. -No te pierdas, eh? y no sé si es porque en el baño de varones está el hombre que hace segundos bajó, o por hablar algo.
Nuevamente aterida. Pienso en los perros demacrados de afuera, en su esencia, resignación, persistencia, ternura.
Abro la puerta amarilla de chapa, hay un desodorante de ambientes y unos lockers con puertas entreabiertas y rotas. Otra puerta de chapa y está el inodoro, papel higiénico, una ducha, en la pared un papel con la leyenda NO TIRE PAPEL AL INODORO PORQUE SE TAPA ("tapa" con doble subrayado), y un cesto lleno de papel sucio que alguna de las dos limpiará, después de hacer un tostado o servir un café, tirar pocillos y platos, lavar el repasador, sonreír vendiendo pan, destapar gaseosas, contar plata.




·por ahí continúa·
MabelBE

sábado, 5 de enero de 2013

Valentía

Aceptar la enormidad en su comparación conmigo y comprender profundamente que la existencia es mutación constante, que no soy la misma persona, son parte de una misma cosa. Sangrando y sin guía, sostengo mi cara mientras hago un torniquete que se corre de lugar como si tuviera vida propia. Aunque a veces tengo la suerte de estar alerta y me identifico en situaciones que no necesitan adornos, donde lo prescindible es eliminado por la serenidad, crecer se ha tornado un lugar peligroso, donde sólo investigar el hermetismo propio de los misterios salva el momento.
Aún en estado de tristeza, hay que reconocerse, armar una estrategia que defienda la alegría, poner en movimiento la fuerza vital. Es una valentía nueva que llena, en completo silencio, al espíritu que manda mensajes sin enterarse de las respuestas. Y seguir creyendo que los momentos mágicos son curativos.

MabelBE

domingo, 21 de octubre de 2012

Veneno

Se puede decir que entré en la literatura por un ascensor. Me explico: cuando tenía quince, un vecino de mi edificio nos oyó hablar a mis amigos y a mí en un viaje en ascensor, y nos invitó a su departamento en el noveno piso. A partir de ese día empezó a pasarnos libros, recomendarnos películas y ponernos discos, y poco a poco, en aquel living a media luz en plena dictadura, nos hizo entrar a un mundo en el que James Dean le leía a Marilyn el Ulises de Joyce, Dylan Thomas volvía de su última curda al Chelsea Hotel, Coltrane intentaba llegar con su saxo hasta donde Charlie Parker había comenzado su caída libre, Fitzgerald aconsejaba con su último aliento a Faulkner que huyera de Hollywood, Pollock tiraba pintura como napalm en toda tela que le pusieran delante, Sylvia Plath despertaba de su primer electroshock y Burroughs le daba un balazo en la frente a su esposa jugando a Guillermo Tell en una pensión mexicana. Creo que ahí empecé a entender la literatura desde adentro, aunque me di cuenta mucho después. Esa matriz me quedó para toda la vida. He tratado desde entonces de llenarla de otras cosas, de diluirla en mí, mudar de piel, dejarla atrás. Pocas cosas me decepcionan como la literatura y el cine y la música yanqui de Reagan para acá. Pero igual tengo esa matriz en el adn, y me delato cada tanto: la exposición muy temprana al American Way deja una impronta que se les nota para siempre a sus víctimas.

Déjenme ahora ir un poco más atrás en el tiempo. Mi padre acababa de casarse con mi madre, o quizá fue antes. El ya trabajaba como ingeniero en la empresa de caminos de mi abuelo: en realidad había querido ser dibujante, pero su padre lo necesitaba ingeniero como él (mi padre era el primogénito), así que mi padre fue lo que dijo su padre. Viene entonces Walt Disney a la Argentina. Sin decirle nada a nadie, mi padre deja en el hotel donde se aloja la comitiva una carpeta con dibujos suyos: no había un solo diseño propio, eran simplemente acetatos perfectos de las epónimas figuras de Disney. Pero todo en ellas era increíble: el color, el trazo, la continuidad. Y no Made in USA sino Made in casa por él solito, en sus ratos libres. La gente de Disney le ofreció trabajo bien pago en su factoría de Los Angeles. Mi padre lo mencionó en la mesa familiar esa noche. No hizo falta que mi abuelo levantara su voz de trueno contra él. Mi abuela, que no era de interrumpirlo nunca, se le adelantó. Mi abuela había nacido en Inglaterra. Era, y se creía, criolla de pura cepa, no había vuelto a Inglaterra más que unas pocas veces de paseo, pero hasta el día de su muerte conservó su pasaporte inglés, como un secreto certificado de pedigree, como un recuerdo de otra vida.

Mi abuela sabía que mi padre leía la revista Time y fumaba cigarrillos norteamericanos y copiaba los gestos de los galanes de las películas norteamericanas. Mi abuela sabía también que una gran amiga de mi madre, casada con un amigo de mi padre, vivía en Los Angeles, vivía bien en Los Angeles y había recibido en su casa a mi padre y a mi madre durante su luna de miel. Todo eso lo podía aceptar. Pero que un hijo suyo, ese hijo precisamente (mi abuela tenía algo especial con mi padre: ese cariño callado de las madres que ven lo tremendo que es el padre con el primogénito), que ese hijo se le fuera a vivir a California, al epicentro del mal gusto norteamericano, era sencillamente inaceptable para ella. Le dijo con su voz pacífica de siempre: “Ese país no es para vos, hijo”. Mi padre pudo haber tenido la vida de sus sueños trabajando para la Disney, jugando al golf y tomando martinis al atardecer en la costa californiana, y yo me salvé de nacer allá, porque mi abuela le hizo sentir con una sola frase que ésa no era una vida para él. Y nunca más se habló del asunto. Mi padre fue ingeniero el resto de su vida. Nunca más dibujó, que yo sepa. En cambio, ganó plata.

Mientras tanto yo crecí y llegó mi adolescencia, mi rebelión, empecé a practicar todo lo que a mi padre le daba tirria: el desorden de los sentidos, básicamente. Yo escribía poesía, yo odiaba su utopía de pacotilla, eso que Henry Miller llamó la pesadilla de aire acondicionado. Lo asombroso fue que elegí como guía, como padre espiritual en la construcción de mi utopía, a un tipo que me inoculó la versión alternativa del Mito USA: el desorden de los sentidos American Way. En la Argentina de la dictadura, yo quería ser un beatnik. El demonio, como sabemos, tiene muchas caras. Uno vuelve la vista atrás y ve cada encrucijada en que se cruzó con él (Kierkegaard decía que el problema de la vida es que se la vive para adelante pero se la entiende para atrás). El demonio es básicamente un veneno. Para que funcione tiene que haber algo en nosotros que responda a él: el veneno funciona si hace contacto con eso. De manera que reconocemos al demonio cuando ya lo llevamos dentro. Aquel vecino del piso nueve, aquel tipo que nos abría la cabeza a base de libros, discos y películas, tenía una hija. Era viudo y tenía una hija que era bastante menor que nosotros y que, de un día para el otro, dejó de ser la pendeja amarga y anteojuda que se paraba desafiante delante del sofá donde nos desparramábamos para decirnos: “Ustedes no son beatniks”. Volvió de un verano transfigurada en una beldad que te cortaba la respiración. Mentira: no era tan linda, pero a nosotros tres nos cortaba la respiración. Era una morocha argentina. Por ella se pudrió nuestra amistad y por ella nos peleamos con su padre, cuando pescó a uno de nosotros en la cama con su hija y nos echó a patadas a todos de su departamento, y puso a su hija pupila en un colegio en Córdoba, y nosotros terminamos el secundario y rumbeó cada uno para su lado.

Cuando ese tipo ya llevaba tiempo largo bajo tierra, y mis amigos de entonces habían devenido uno financista y el otro estanciero, y llevábamos treinta años sin vernos, yo me reencontré con ella. Nos cruzamos acá en Gesell, ella había venido por unos días. Tiene el pelo gris y la cara hermosamente arrugada y es una especie de pachamama, de monja zen, que habla poco pero te la pone con lo poco que dice. Por ella supe que su padre era de la CIA. Nada especial: un perejil, nomás. Técnicamente hablando pertenecía al UCIS, el departamento de extensión cultural que, en cada embajada americana del mundo, solía ser la tapadera de la CIA. No pudo o no quiso averiguar mucho más, y no le era grato contármelo, pero me lo debía, por amargo que fuese. Con esa misma calma sobrenatural me dijo, un rato después, que sabía por qué yo no había ido a rescatarla de aquel colegio pupilo de Córdoba. Citó textuales unas palabras que su padre repetía siempre, y yo bajé la cabeza y no pude mirarla cuando ella dijo: “En el oficio de escribir se aprende rápido que, más útil que tener una musa, es haberla perdido”. Porque en lo más íntimo sé que empecé a ser eso que se llama escritor en aquel momento exactamente, cuando no la fui a buscar.

Juan Forn

jueves, 27 de septiembre de 2012

Tu paisaje




La libertad es un látigo que empuja, dentro de la conmoción de tu paisaje. Ennoblecida de monogamia animal, con un ritmo sincopado y de letargo, es también la línea agónica de linajes protegidos, un norte magnético, Miyake en otro lugar, respeto.

MabelBE

martes, 24 de julio de 2012

Postraumático

Convaleciente luego del choque de resonancias, se desdibuja el cariño entre un compromiso que prescribió sin que me diera cuenta. Cuánta vida presentificada sin transducción!, un rejunte en la vaguedad de pequeños detalles que serán irremediablemente nada. Los intersticios pendulan entre sobreentendidos y cansancios. La interferencia es mayúscula, cada batalla declarada me vuelve más susceptible. Sobre mi corazón no existen correlatos objetivos, y por tanto la imagen no llega a ser acción real. No es creíble, no es increíble, tampoco hay algo para destacar. Lastima porque da lástima y nada más.

MabelBE

miércoles, 13 de junio de 2012

Escritor

El escritor que conoce la impresionante riqueza del diálogo silencioso, perdurable en la fortaleza de lo que es posible de ser reflexionado más allá de la palabra, a sabiendas de esa posibilidad de volver a "reescribirse" y de "releerse" propia de la vida, aparece ante los ojos del lector como un espacio limpio que permite el crecimiento de la mirada, agradecido a la vez en la constancia de su profunda y permanente necesidad de comunicar y comunicarse, como un niño que ríe y juega, e invita, y a veces como alguien contra el cual luchar.
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MBellante

jueves, 17 de noviembre de 2011

Penoso

Un desgaste helado vibra en la sonrisa.
La vida es un sueño de vínculo esquizo
que cuando es desierto marca los destinos.
Desorden que habla la pena. La pena. 
La tenías clara, Borges, con lo del espanto.

MabelBE
· según el sesgo de proximidad, la vergüenza no es totalmente ajena·

viernes, 30 de septiembre de 2011

Y cuatro

* Se progresa tapando lo cierto. Muerte o victoria garabatean sentimientos.
Despacio, el pecho va arrugándose, y no logro mezclarme con el amor.
Un engranaje descompuesto, la máquina desune corazón y cabeza, se me agranda la panza con boletos de trenes que no vienen, mis dedos a veces lloran sobre algún papel amarillento... 
La burbuja es algo estrecha, no entran los aplausos, y una cortina sucia me separa de la esencia. Quiero apagar lo que siento que siento [autodenominarse lumpel].
No entiendo pero no quiero que termine.


* paráfrasis de un texto de Jorge Schwanek
MabelBE

jueves, 31 de marzo de 2011

Del somos


Trueques, mito mudo de la tierra, un presente con raíces de otro tiempo bajo fuerzas que pisotean sus brotes. Todo ésto entre el destello de un esperar sin tamaño. Yo me alejo. Renombro a los balcones aturdidos por las flores para que se vuelvan caverna que parirá una canción. Me deslizo por el aire y, cuando emerjo en alguna barricada que fue senda del amor, los idilios y paciencias ya no quieren concluirme. Y eso me gusta, como el sonido de las sombras colectivas, el no saber cómo mirar esas suavidades que vegetan, como el gris cielo entre nubes alarmadas por el propio anonimato.
Salvo cuando aparezco en el espejo de mis labios forrados de sangre y seda que me ubican en la aurora de mi rostro ilusionado con regresos, yo me alejo. Los ojos, inmunizados de esperas que relatan, como la expresión eterna de lo que sigue a lo que sigue, suelen parar en ese punto que no distingue el conjunto. Trueques, fábula sin árbol, qué costumbre. Y por eso soy del somos. 
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MabelBe / Akashia. Ojos abiertos

lunes, 10 de enero de 2011

Objetos en soledad

Entrar en una casa, comer frío.
La ternura dejó sus zapatillas
debajo de una sombra. Desconfío
del sigilo de lámparas y sillas
y de algunas conductas amarillas.

Lo que se queda quieto alarma, duele,
comete pánico, derrama el canto.
No hay estadística que no revele
tijeras en la fila del espanto,
un alfiler que se parece al llanto.

No habrá quien traiga párpados de afuera,
solapas, humo, señas ateridas.
Un ruido de rincones desespera
y solamente muebles homicidas
dicen preparativos, despedidas.

Uno gana modales de sospecha,
envejece de tanto desconcierto.
No hay más remedio que una flor deshecha,
que vigilar un cigarrillo muerto.
sociedad bien anónima, por cierto.

 Y lo peor es que la almohada acosa
con inminencia lúcida. Dormir
tiene una ambigüedad tan peligrosa
que en tales noches nunca hay que decir:
de esta desolación no he de morir.

María Elena Walsh / Hecho a mano

martes, 2 de noviembre de 2010

Es el agua


Agua en el espacio deslumbrado de sus ojos. Agua que cae, y sus labios de llovizna en el silencio.  
Un amigo me pregunta, entreverado en una sonrisa urgente, cómo anda mi vida de estrellas, que encontré entre la lluvia... -besos nuevos? soles? mariposas con paraguas? [justo hoy, que salí con la idea fija de cubrir mariposas de la niebla, indiferente a lo que muestra el opuesto, justo hoy, que de sus mejillas el agua salpica hasta mi pelo], porque busca sin éxito volverse rocío de la eterna primavera de las hadas del jardín, de esa otra especie del agua, la más fresca de todas. Mientras, como un instante de voz, neblina de la madrugada, me gesticula desde lejos que soy su temor, no alcanzo a entender si dice desaparecido o desapercibido, que soy su relato.
Como siempre, su voz acá, en el corazón, que puede representar lo inexistente para mí, me regala licencias. Entonces le contesto cosas como: -hoy he observado a una decena de aleteos viejos, suavemente pigmentados, revoloteando a su modo el aljibe de mis brazos y la apariencia de mi espalda. O: -claro, amo tus arranques en forma de signo de admiración, pero no cuando esconden interrogantes opacos. A veces, que no: -no soy yo, es el agua, le digo.
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MabelBE
· las cosas de la piel ·

lunes, 16 de agosto de 2010

Indio Solari · Juego 38

Escribo canciones en la creencia de que:

· El efecto poético se produce por la capacidad de un texto de continuar generando lecturas diferentes sin ser consumido nunca por completo.
· La poesía no debe invitar solo a escuchar, debe invitar fundamentalmente a imaginar.
· La poesía es subjetiva, se vuelve objetiva cuando sus destinatarios, después, se dejan envolver por ella.
· La principal regla poética es conmover, todas las demás no se han inventado si no para conseguir eso.
· La poesía no puede ser definida con precisión porque no nos es dado conocer su esencia sino sentirla.
· La poesía crea realidades intelectuales que se presentan emocionalmente. No como un pensamiento reflexivo ni filosófico sino como un pensamiento rítmico.
· Una buena canción (su lírica) debe parecer que no pudo ser escrita de otra manera. Debe tener poder de seducción y comportarse como un enigma del cual uno presenta, para su resolución, solo indicios.
PD: En mi caso me interesan las partes del cerebro que se ponen a trabajar bajo condiciones de ambigüedad. Por eso he elegido escribir en libertad con cambios deliberados e irreverentes de sintaxis. En definitiva, la poesía, como la ciencia es nada más que una interpretación del mundo.
Indio Solari

miércoles, 30 de junio de 2010

Referido

El recuerdo de vivir con la más mortuoria de las melancolías. La estática se pierde y el magnetismo es permanente. Resistencia, apuro, irresolución, la eternidad que nunca deja de ser ajena, enigma, espacios, transcurso, el plazo de la confusión, tantos instantes imprecisos. Un acierto.
Los imanes son atractivos y repulsivos a la vez, la estática es atractiva o repulsiva, ambos producen un efecto a distancia. A ver cuál toca. 
Me dijo que "un trozo de mi esencia actúa entre los efectos catárticos de las emociones concentradas que genera mi mundo". Y lo absorbí.
En verdad, no estoy ocupada. Todo lo que excede es una boludez tal que da risa. Sólo quiero que mi vida se refiera a mí.

MabelBE