El escritor que conoce la impresionante riqueza del diálogo silencioso, perdurable en la fortaleza de lo que es posible de ser reflexionado más allá de la palabra, a sabiendas de esa posibilidad de volver a "reescribirse" y de "releerse" propia de la vida, aparece ante los ojos del lector como un espacio limpio que permite el crecimiento de la mirada, agradecido a la vez en la constancia de su profunda y permanente necesidad de comunicar y comunicarse, como un niño que ríe y juega, e invita, y a veces como alguien contra el cual luchar.
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MBellante
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