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domingo, 5 de junio de 2022

Maestrs


Por todos esos pensamientos que juegan a la escondida buscando ser alto misterio y que un día, sin más, se agotan en sí mismos. Lo que se desagrega y se disgrega. Aquella información desvanecida en las entrañas cuando la vida se higieniza.
Por los primeros conceptos, y por los preconceptos que se vuelven cosa desconocida entre las risas del amanecer y del amor. Ajena a las vicisitudes del tiempo histórico, que no me representa ni me subpresenta ni me copresenta, voy yendo entre estos retorcidos caminos que guarecen con la felicidad en cada implante de un "para siempre" en el alma.

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MabelBE
al Tonito

viernes, 11 de marzo de 2022

El ciclón del 46

El tren de las 22 llegó puntualmente, ese viernes 13 de Septiembre de 1946, a la estación. El periodista descendió en medio de la desolación y comenzó a caminar las calles, envuelto en polvareda y sombras, tratando de ver algo más por sobre los escombros y la oscuridad.
Esta historia de dos días se inicia el miércoles cuando, a pesar de que todas las descripciones coinciden en que el pueblo anocheció en calma, los árboles -en ejemplo de esa quietud siniestra que anuncia al desastre- inmóviles entre una brisa desaparecida, durante todo ese día no necesitaron tapar la palidez nacarada de un sol que se retiró demasiado rápido.
Desprevenidos, indefensos, sobresaltados. Así se despertaron esa madrugada. Algunos pocos trasnochadores memoriosos recuerdan que un murmullo incipiente fue creciendo hasta que, fulminante, se transformó en aquel rugido inolvidable que recorrió el lugar, arrancando todo o casi todo a su paso. Sostienen que la impresionante espiral, que duró un santiamén pero que fue vivida como interminable, dejó -al alejarse- un silencio más oscuro que la misma noche.
Nadie sabía a qué atenerse. En la población, pasmada y reaccionando a tientas tras el espanto, gradualmente hacía su aparición el sentimiento, entre escenas desvastadoras que la pobre iluminación de las lámparas parecía acentuar. El ambiente –en sí mismo- era llanto. Preguntas que venían desde todos lados y volvían a irse sin respuesta, entre desprendimientos de chapas y de hierros, entre paredes que se caían estruendosamente... Las raíces de las plantas, desparramadas por todos lados, fueron la escenografía agónica de las primeras víctimas encontradas. Y, con la precariedad que contagiaban los incesantes desmoronamientos, a las 3 de la madrugada se estaban prestando los primeros auxilios.
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Por aquí y por allá animales muertos o en agonía, trozos de muebles, cartas embarradas, techos desperdigados por las calles. De esta forma llegó la mañana, con un trágico asombro en los ojos de los niños, con miradas petrificadas sobre los hogares aniquilados, y con un sufrimiento absorto en lo indescifrable, espeso, a medida que se iban encontrando los demás cuerpos sin vida. Fue en este escenario de caos y desconcierto, donde los gestos de solidaridad y amor al prójimo se transformaron casi en lo único, porque esos fatídicos treinta segundos de un viento soplando a 150 km/h dejaron un saldo impresionante de soledad y desgracia, pero también de colaboración, de mano tendida, de incorporarse para ser más fuertes que el mismo horror, en la ayuda al que necesita; las farmacias entregaban gratis los medicamentos; las tiendas, frazadas, abrigos, mantas; y aquel poblador que había tenido la fortuna de salir indemne físicamente, ayudaba a los más débiles y a los heridos.
Transcurrieron muchas horas hasta que la noticia se conoció en la Capital Federal. Un primer parte informaba que en un ignoto pueblito llamado Carlos Casares, a las 2 y 40 de la madrugada del jueves 12, había pasado un ciclón, dejando un saldo de 13 fallecidos, más de 100 heridos y cerca de 120 casas derribadas. En honor a la verdad, al otro día todavía no se podía establecer la magnitud de la catástrofe, pero la gente, para entonces, estaba preparando el entierro a sus muertos; y en el colmo del desconsuelo, pasadas las 5 de la tarde, ese viernes, una agobiada caravana de más de 5.000 personas, acompañó a los féretros bajo la llovizna, hasta su última morada.

El diario capitalino, enterado de lo sucedido, decidió enviar a uno de sus periodistas para que realice la cobertura del suceso. El tren de los viernes llegó –en este estado de las cosas y su luto- se podría decir que milagrosamente sin alarma, a la estación.
Al bajar, el cronista percibió el frío, y la desolación lo apabulló ni bien se dispuso a recorrer las calles, en dirección al centro. Lo primero que pensaba hacer era ir hasta la escuela Bernardino Rivadavia, ya que tenía noticias de que allí se encontraban albergadas muchas de las 1.300 personas que habían quedado sin techo.
Jamás antes había escuchado hablar de Casares, pero durante el viaje se había enterado detalles de la tragedia; por esta razón, al girar la cabeza y toparse con un viejo árbol que, malherido, se mantenía de pie tozudamente, asistido por una estaca que seguramente algún vecino le había acercado, se conmovió ante la evidencia de que nada estaba acabado y, pensando en los porqués del destino y su furia natural, siguió su marcha para el lado de la plaza, por las veredas cubiertas de ramas, flores despedazadas y trozos de ladrillo.



MabelBE

Me dijo, que le dijo que le dijeron : Antología de cuentos y relatos sobre Carlos Casares

miércoles, 9 de junio de 2021

Psique y Eros

Psique es la menor de tres hermanas hijas de un rey de Anatolia. Una princesa cuya belleza es indescriptible. Todas las mujeres la envidian. Todos los hombres que la miran quedan prendados de su hermosura y se olvidan de rendir pleitesía a Afrodita.
Y aquí comienza la historia, porque es precisamente Afrodita, celosa de la belleza de la mortal, quién envía a su hijo Eros (cuyo cometido era lanzar flechas al corazón para armar amores) para que le lance una flecha de oro oxidado, que la haga enamorarse del hombre más ruin que encontrase, así se volvía bien infeliz.
Pero, al ver a Psique, Eros se enamora perdidamente de ella, lanzando la flecha al mar. Espera a que la muchacha se duerma, y se la lleva volando hasta su palacio. Para evitar la ira de su madre, Eros se presenta a Psique siempre de noche, en la oscuridad, y prohíbe cualquier pregunta o comentario sobre su identidad.
Una noche, Psique le cuenta a su amado que extraña a sus hermanas y desea verlas. Eros acepta a regañadientes, advirtiéndole que querrán acabar con su dicha. A pesar de todo, a la mañana siguiente Psique se encuentra con ellas, quienes, envidiosas como siempre, le indagan acerca de su marido sin cesar. Al no poder explicarles como es él, ya que no lo ha visto nunca, acaba confesando que no sabe quién es. Sus hermanas le dicen que seguramente es un monstruo y que por eso oculta su apariencia, y la convencen para que en mitad de la noche encienda una lámpara y lo mire.
Psique es muy curiosa, es su mayor problemita, junto a la inseguridad. Entonces les hace caso, y esa noche prende luz para observarlo. Solo que, al verlo tan hermoso, se emociona y derrama sin querer una gota de aceite hirviendo sobre la cara de Eros, quién despierta y -decepcionado y con muy poca paciencia y comprensión, por qué no decirlo- termina abandonándola.
Psique se desespera, se encuentra sola y loca de amor ruega a Afrodita que la ayude a recuperar a Eros.
La diosa, rencorosa (aunque no tanto como las hermanas), le ordena realizar algunas tareas dificilísimas como condición para recuperar a su amor, y con la esperanza de que no las supere. Pero Psique las va sorteando una a una, hasta que llega a la última, que es ir a buscar un cofre al Hades. Llega allí, y Perséfone, diosa de la ultratumba, le dice que lo que hay en el cofre es sólo para Afrodita. Psique, con el cofre en la mano piensa que ahí adentro hay poder, que eso la haría fuerte para reconquistar a Eros, y cosas así, olvidando que la curiosidad y la baja autoestima ya la habían jorobado antes.
Lo abre. Prueba no superada. En vez de encontrar poder, encuentra sueño eterno. Cae instantáneamente desplomada en la hierba, con condición de eternidad.
Eros, en tanto, sigue sus andanzas pero no puede olvidarla. Llevado por el amor de siempre la rescata, y luego pide a Zeus vivir junto a su amada para siempre.
Así es como, poco tiempo después, concedido el deseo de Eros, Afrodita y Psique (ya inmortal por el favor de los dioses) hacen las paces, y permanecen todos juntos en el Olimpo. Felices por siempre jamás, por la eterna virulencia y algarabía de los tiempos y las sonrisas. Sin frío, sin hambre, sin mayor dolor que la vanidad. Dioses tienen que ser. Lindísimos, limpios, sanitos, exitosos, buen clima, cero aburrimiento. De las hermanitas ni idea, seguirán en Anatolia...
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MabelBE
Sobre la historia de Psiquis y Cupido

martes, 8 de junio de 2021

Madera

Escribe sus visiones en pedazos de madera. Una y otra vez, caminando bajo el cansancio de cualquier ciudad al anochecer, en el comedor con una lámpara amarillenta sobre el rostro, antes de la cena. Durante la primera mitad de las mañanas nubladas, en los veranos sin mosquitos [no tiene noción de que fue el primero que dejó ese amor a pesar de que a menudo duda sobre si alguna vez lo vivió, pero ¡cómo lo hicieron sufrir cuando escuchó que ya no lo querían!].
Corta árboles sólo para que las astillas concentren su historia, luego enciende el fuego y espanta a los fantasmas sin detenerse a describirlos. Es un ángel a la vez.

MabelBE

lunes, 7 de junio de 2021

"Te estás aburriendo"



Los círculos de la energía se fundieron en mi pecho, volví a comprobar tal cercanía y me pregunté por qué mantener vivo un lugar donde se activan alarmas tramposas que golpean el corazón, entre otros desastres. "Pensás mal, no estás viendo, te alejás”. Pero entre la angustia escuché un “por fin”, así que durante otro rato disfruté del darme cuenta, dejándome ser, a mi suerte y voluntad, en la entraña central.  
Todos los hirientes aparatos que construí y reconstruí, hicieron que me pierda mirando un horizonte de artilugios sin final. Cuando entre los trastes divisé la costumbre desazonada de presionar al alma, la visualicé sorprendida, repulsiva, enojada, con mi cara y otra vez me espanté.  
Un tiempo muerto hizo aparecer la palabra 'difícil', que me trajo a que todo puede ser más fácil.  
Al final, lo irreversible de un cansado malsentir se abrió en exposición y sentí pena, los círculos volvieron a expandirse. Un raro mecanismo de limpieza me los extirpó como sábanas tendidas a un sol de niñez campestre, y se fueron corriendo a la aventura. Al desaparecer, el último esparció esperanzado el vaho del olvido.
MabelBe

jueves, 1 de abril de 2021

Lo que sabemos

Sabemos, como una cuerda de guitarra tirada en el olvido, sonreír extrañando cierto tipo de abrazo musical, y en él, extrañar a todos los abrazos.
Sabemos encontrarnos lejos de todo, y a la vez sufrir sobre la nada expresada por oscuridades ajenas que, de tan cercanas, ensucian, y en un colmo de martirio a veces nos las apropiamos.
Pero es en las noches de luna -mientras esperamos su salida para ilusionarnos con esas sugestiones que el ramaje de árboles dormidos nos sombrea en la cara- cuando mejor sabemos de la necesidad profunda y hacia donde ir por esa felicidad que el corazón busca.
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MabelBE

martes, 12 de enero de 2021

Entre las manchas de un lugar que nunca fue


Una carta a medio escribir, manchas, un lugar que no fue. Se abre el pecho permitiendo la entrada de las voces de la calle. Las ranas duermen, vaya una a saber dónde. Queda asentado que cuando alguien tase nuestro derroche de horas y una voz rara nos advierta acerca de las insensateces cometidas, nada ocurrirá con el pecho, con las ranas, con las manchas. Y será el transcurso una contemplación de infiernos para que, por fin, resulten desconocidos o inofensivos de tan conocidos.
Aquí hay tinta derramada. Aquí hace calor. Y mientras la boca cosida quisiera ser carcajada a flor de piel, mientras el aullido ahogado de los muebles se compadece de este cansancio que se anuda a los ojos, la carta no finaliza.

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MabelBe
versión original emitida por Cemav, octubre de 2000

jueves, 20 de agosto de 2020

Infancia

Para sus nueve años le regalaron un montón de libros de cuentos y de poesías. Enseguida descubrió que podía leer en voz alta algunos párrafos y versos frente al espejo viejo de la piecita del fondo. Su juego preferido era ir ahí después de almorzar. Apoyaba los lápices, papeles, libros, en la mesa de planchar mientras el sol dibujaba flashes en la pared. Cuando era la hora de la merienda, las sombras le dejaban media cara oscura. Significaba el fin de la siesta, lo siguiente era el grito de la madre llamándola. Los días de lluvia eran diferentes, el olor a tierra mojada la hacía sentar en la silla azul plegable y sentirse triste pensando en nada, sin imaginación ni ansias. En una de esas siestas fue que se le ocurrió que era la poesía esa entidad que la acompañaba, la que la hacía lagrimear. Así que pensó que podría dibujarla, y esto sería en los días nublados, sin el sol en la cara haciéndole fruncir los ojos. Su primera poesía fue a los diez años, la teatralizó en una especie de ceremonia para el Tony y el Chiche, que siempre la acompañaban -como un mágico ejemplo de la influencia de los elementos estables- moviendo la cola, alertas para empezar a jugar.

MabelBE

sábado, 25 de julio de 2020

Irrebatible

Hastiada, escuchaba la mortaja de una boca chasqueando la noche, a la que le imaginó cejas de anime malvado. Con palabras silabeantes y a la vez pastosamente tartamudas, la tipa trataba de rebatir eso de que ella había dejado abierta la puerta al salir y que por qué había salido, y que se vaya al demonio y que la culpa del mundo era suya.

MabelBE

lunes, 6 de mayo de 2019

La técnica del escritor en 13 tesis

I. Quien proyecta empezar la redacción de una obra voluminosa debe pasarla bien y, una vez finalizada la cuota diaria de trabajo, permitirse todo lo que no perjudique su continuación.
II. Habla de lo logrado, si quieres, pero no leas en público tu trabajo durante el transcurso del mismo. Cualquier satisfacción que logres con esto refrena tu ritmo. Observando este régimen, el deseo creciente de compartir se transforma en última instancia en un motor para finalizar.

III. En circunstancias de estar trabajando, busca eludir el término medio de la cotidianeidad. La calma a medias, acompañada de ruidos triviales, envilece. En cambio, el acompañamiento de un estudio musical o del barullo de voces puede volverse tan significativo para el trabajo como el silencio de la noche. Si este agudiza el oído interno, aquel se vuelve piedra de toque de una dicción cuya plenitud sepulta en sí misma hasta los ruidos extraordinarios.
IV. Evita usar útiles al azar. Aferrarse de manera pedante a ciertos papeles, plumas y tintas tiene beneficios. No el lujo, pero sí la abundancia de estos utensilios es insoslayable.
V. No dejes que ningún pensamiento pase de incógnito y lleva tu cuaderno de notas con el rigor con que las autoridades llevan su registro de extranjeros.
VI. Haz que tu pluma sea reacia a la inspiración y entonces la atraerá con la fuerza de un imán. Cuanto más reflexiva sea la demora en la redacción de una idea, tanto más maduramente desarrollada se te entregará. El habla conquista el pensamiento, pero la escritura lo domina.
VII. No dejes nunca de escribir porque no se te ocurre nada más. El honor literario ordena sólo interrumpirse para cumplir con una obligación pautada (una comida, una cita) o cuando el trabajo está finalizado.
VIII. A falta de inspiración llénala pasando en limpio lo ya hecho. Con ello la intuición se despertará.
IX. Nulla dies sine linea... pero sí semanas.
X. Nunca consideres completa una obra ante la que no te hayas sentado una vez desde la tarde hasta pleno día siguiente.
XI. No escribas la conclusión de una obra en tu lugar de trabajo acostumbrado. En él no hallarías el valor suficiente.
XII. Etapas de la redacción: idea - estilo - escritura. El sentido de pasar en limpio es que, al fijar el texto, la atención ya sólo se centra en la caligrafía. La idea mata a la inspiración, el estilo ata a la idea, la escritura remunera el estilo.
XIII: La obra es la mascarilla mortuoria de la concepción.

Walter Benjamin
Fragmento de Calle de mano única

sábado, 20 de abril de 2019

Prospectación no es prospección



Exploro el tiempo de las aguas subterráneas en una arqueología de datos superfluos, sólo para acercarme a las indicaciones. Y seguir sin entender. Una forma más de procrastinación.
Si elijo el mismo sonido para cada nivel alcanzado, está prevaleciendo el sonido. Si elijo el mismo camino después de cada nivel alcanzado, no está prevaleciendo el camino. 
La contundencia de la estadística es destructiva por su falta de magia, aunque a veces turbe. Desde que apareció, como una sensación invasora presentí la alteración: me estaba previniendo, ojo con la efímera pulsión de esperanza, que todo puede cambiar, no mires de frente a los relámpagos, ojo que ya no está
Contesto entregando un amor en rehabilitaciónUna mirada que se confunde y el día cambia, una sílaba mal ubicada y todo puede irse al carajo, la arqueología bosquejando datos superfluos, dónde se ha visto!?
En este margen gris sin siglo le digo hierba tibia al pasto seco, y empiezo a darme miedo. A la vez, el sinfín de hipótesis que me acompaña cada mañana quiere aniquilarme, pero sólo me roe suavemente. Salvo tres cuestiones, todo me roe suavemente y nada más.

MabelBE

martes, 23 de octubre de 2018

Cartas de amor

De todas las cartas (género literario "Carta de amor"), las dirigidas a los amantes, esposas/os, novias/os, y un más extenso del imaginado etcétera, de las personalidades del mundo, existe un descenso general en el nivel de escritura. Aprovecho la tenue conclusión para dejar de leer el libro con recopilaciones de carta de amor que tan alegremente compré días atrás. Antes, releo las impresiones escritas en los espacios blancos de las hojas, y ahí ya no estoy tan segura del descenso.
En la antología, Nicolás Guillén abre el juego con su poema "A veces": A veces tengo ganas de ser cursi / para decir: la amo a Usted con locura. /A veces tengo ganas de ser tonto / para griar: la quiero tanto! / A veces tengo ganas de ser niño / para llorar acurrucado en su seno. / A veces tengo ganas de estar muerto / para sentir desde la tierra húmeda de mi jugos, / que me crece una flor rompiéndome el pecho, / una flor, y decir: esta flor, / para Usted. Cuánto dolor, cuánto beneplácito!La de Henry Miller a Brenda Venus, donde en una primera carta le dice que a causa de su artritis y esclerosis pasa mucho tiempo en la cama y que -por lo tanto- deberá recibirla en pijama y en bata; y en una segunda le confiesa que lo ha embrujado esta mujer, a sus ochenta y tantos años.
Por otro lado, nunca imaginé que Jean Paul Sartre llamara "mi querido castor" a Simone de Beauvoir. Y la carta de Hermann Hesse, explicándole a Renata Schweitzer que cumplió el deseo de ella de quemar sus poesías, a pesar de sentir pena por hacerlo, me acercó un halo de sensatez, pero siempre pensé que Hesse era sensato, siempre (si bien en esta carta no hubo sorpresas me quedé pensando en que si hubieran sido buenos los poemas, no los hubiera quemado -¿o si?-)
La correspondencia de Juan Rulfo escribiéndole a Clara, contándole que ya se fueron las nubes y -en una interacción coherente entre espiritualidad y lucidez- le dice que la ama. Le propone que ambos peleen juntos contra el miedo, por ejemplo. Y me gustó que haya finalizado con la promesa de decirle todo lo que desea decirle más adelante y en secreto.
La carta de Henry Miller a Anaïs Nin, donde le aconseja olvidar la cordura, que se despidió de ella pero con un fragmento de su persona pegado a él... donde le dice que aún la oye cantar en la cocina y que aún la ve poner los discos una y otra vez, fue la última que leí. Miller se despide de Anaïs Nin con esta frase: "El insaciable deleite de la experiencia".
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La última que leí me fue bastante interesante por la organización. Es la carta de Sigmund Freud a Martha Bernays. En la primera parte le explica cómo se siente, que no logra aún darse cuenta de lo que es "lo nuestro", en la segunda parte le adelanta lo que harán y hablarán cuando se encuentren la próxima vez; una larga carta donde Freud recuerda anécdotas relacionadas a "lo nuestro". Es notorio que esta relación le cuesta, porque finaliza con un "no te olvides del desdichado al que hiciste tan increíblemente feliz". En fin...
Esta forma de inmiscuirme en la forma de vivir el amor de algunos de mis autores preferidos no me provocó el placer que esperaba, pocos datos jugosos de vida, menos fuerza literaria, y demasiada vidriera para la intimidad. Tanto interés suscitado, para tan poco resultado. Demasiada expectativa puesta en un misterio supuesto que no fue develado con lo que hay; no es la misma categoría artística de la obra de cada uno de ellos, no señor. Será tal vez que existe un solo interlocutor, el destinatario de la carta, y mi mirada polizonte no alcanza a cubrir el sentimiento, porque esa carta estuvo precedida por gestos, por actitudes, por acciones, por encuentros en común, en los que no me tocó participar (ni a ningún otro lector que, como yo, se puso a leer las cartas)
Dejado el libro por ahí, me puse a pensar en que la diferencia estriba en que estas cartas de amor, el escritor no las escribió para la posteridad, las escribió para 'su' amor. Entonces, el resultado es que esa carta poco me importa, que mucho más me importa la obra de ese escritor admirado por mí. Que me da pena pensar que es cursi o almibarado alguien que es un genio en la narración, en el ensayo, en la poesía, en la novela, en la investigación, en la pintura, en el arte... Que el valor documental de este tipo de literatura es a fin de formar parte de la biografía del autor, como una parte de la reseña de su vida personal, supongo. Pero que no es, definitivamente, lo que yo andaba buscando (y me alegro de no sentirme como una fisgona)
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Claro, una cosa bien distinta es el género epistolar. La carta de amor como obra literaria es un juego y un testimonio de vida a la vez, donde el autor sabe que escribe para el destinatario, pero también escribe para miles de miradas que pueden leerlo (el universo de los lectores) Esta forma literaria actúa como un simulacro de intimidad que convierte al lector no-destinatario en intruso permitido de un espacio privado ajeno a él, pero donde todos (escritor, destinatario y múltiples lectores) saben que pueden hacerse de un hueco para permanecer y participar. La incomodidad del usurpador es rápidamente olvidada por el placer que produce la lectura, en este caso, desde el mismo momento de la escritura. Aquí todos saben que cualquiera puede leer la carta de amor. Es más, para eso está escrita!
En la otra forma, cuando se escribió la carta, el autor no intuía que alguien más que el destinatario iba a leerla.
Si bien en ambas perdura la necesidad de hablar del amor y del desamor, del encuentro del amor y del desencuentro del amor, de la ida del amor y de la venida del amor... mientras una carta de amor insta al lector a que sea, a la resignificación amorosa y al reconocimiento de sí mismo en las líneas; la otra carta de amor, nada, es para el remitente, y lo demás sobra.

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.MabelBE / Hay cartas de amor y cartas de amor

viernes, 10 de agosto de 2018

Torre de transmisión

Como siempre estuvieron por todos lados, saben que en algún momento comenzarán a agotarse, que la atmósfera cambia súbitamente de tanto en tanto. La espina pincha desde que nace. Tengo un nudo en el diálogo y a sus gajos de hipocresía escondidos tras la puerta. Ah, si si, conozco los rumbos que pueden tomar sus pensamientos. Dejo que planeen sus pregones. Mis ventajas son perpetuos comodines: yo tomo a las flores mas pequeñas en serio.
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MabelBE

viernes, 27 de abril de 2018

Por ejemplo

Naciste en la libertad de la aventura al reflejo del fuego. Por sobre el resplandor de la mirada y la sal del mar en la piel a la noche, mirando con cariño joven a lo que era y estaba, descubriste que te fuiste quedando en el momento en que te reventaron el amor a patadas. Después de que te manosearan varias veces el alma dijiste nadie entrará aquí, y te pusiste firme.
Oferta incierta de alguna posibilidad que se vuelve indiferencia y contagia su opacamiento. Todo, hasta el sí mismo es ajeno. Volverse bruma que condensa los poros, y ya no poder respirar, maldición. Ser una estrategia de vuelo en una gallina. Esperar del Club med todas las felicidades del mundo.
Basta de daño repetís mientras querés dejar de creer en lo que no sucede. A cambio de no poder hacerlo, el parque alquila compañía para fin de año con su chapuzón refrescante. "Horizontal de cordura ensayada" escribió la loca de tu amiga un día. Hoy ya sabés que las promesas al vacío son basura que se vuelve en contra.
Barrio cerrado: estar con los pares no tiene precio. Pero necesitás salir del entorno y reajustarte. En el entorno sos una sombra de ridiculez, pero hay abrigo, aunque sólo hay abrigo. Pero, pero, pero. Te cansás de ser el trofeo que tu fantasía quiere, y el que tu mezquindad mantiene a distancia. Caramba, pertenecer exige que el corazón sea estrujado.
Ser el Blackberry, la libertad en la mano. Estrellar la emoción en el piso cuando lo que no pasó ha desaparecido. Por lo irreversible de la entropía, no querés que vuelva a ser restregada tu piel al punto de la rotura, mientras una sincronía exacta en citas de belleza poco profunda es la marca del mejor tiempo compartido.
Y el ave que se inclina tiene los mismos poros cansados que tu ancha nariz. Desde la agonía de un rostro sin suerte apenas podés sostener dos ojos que se contentan con husmear por un minuto ésto. Claro, caes en la cuenta de que la comunicación no es sólo de ida. Claro, pero hay que salir del momento. Si no se abren las alas de la verdad, el fuego se apaga, como la aventura. Como la felicidad. Hola.
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MabelBE

domingo, 24 de septiembre de 2017

Afecto primaveral/animal

Otra vez la primavera, pero cambiada, se la ve como a una nueva estación que borra tiempos tenues. Primavera sin descanso. Afecto fuerte. Los animales lo saben porque no usan los tenues. Muchos humanos no lo saben. 
Lo tenue les es tan necesario, que puede llegar a emocionarlos, aunque a veces acompañe a las mentiras. Lo sé por experiencia. Muchas estaciones emocionan, pero ninguna tanto como la primavera.
Muchas mentiras emocionan. Y son mentiras. Aprendizaje de septiembre, cuando me vi más tenue de lo que suponía en un país gris de abandono.
Los animales no van hacia la gente que necesita afecto, a lo casi apagado. Van hacia la gente que sabe lo que es el afecto, lo que no es tenue.
La mentira es una especie de descanso mal entendido en el espacio de los animales. Por eso busco alejarme de lo tenue, me devolvieron esta primavera y entendí que el tiempo y las estaciones tampoco son importantes. Por eso admiro a los animales.


MabelBE
[podrán cortar mil flores...]

domingo, 30 de abril de 2017

Lectura, viajes, amor



Que al ser humano le apasiona viajar es una cuestión que nadie discute. Desde siempre. El por qué, es más complicado de explicar porque los viajes son parte indisoluble del espíritu y, ya se sabe, el espíritu es algo escurridizo. Tal vez sea que concede el hábito de vivenciar colores, hasta entonces ignorados, y a la realidad del mundo, dentro de la dimensión vital que encierra cualquier viaje, y esto es algo que todos deberíamos vivir. Tal vez sea que viajar es una actividad física, una actividad psíquica, y una actividad espiritual, constantemente interrelacionadas, en continua transmutación. Como el amor. Como la lectura.

Pienso que todo paisaje es como un libro, que admite amorosamente miles de lecturas y permite que cada paseante resignifique -en ese presente original- el suelo donde está parado, otorgándole un sentido especial a partir de la propia experiencia personal.

Así como la lectura forma, transforma, informa y conforma, colocando al lector en perspectiva con lo que es íntimamente, enfrentándolo a su propia esencia, cada paisaje que ingresa al ánimo del viajero es una nueva herramienta para su vida, la que lo acunará y sostendrá imprimiéndole energía cuando sea necesario, la que le permitirá reinventarse a través de la enseñanza de lo vivido a lo largo de su existencia.

Cada individuo es un universo, una suma de paisajes que sus ojos aún no miraron. O una búsqueda propia del mundo, cada vez que imprime su mirada personal a cada horizonte. Hay viajeros a los que les encanta la ciudad y las calles con sus vidrieras, los hay exploradores de paisajes característicos, mientras que otros buscarán conocer las costumbres mezclándose con la gente del lugar. Y asimismo, cada sitio posee una energía determinada, única pero que actúa diferente según la persona. Viajar es una lectura, porque viajar es sentir el movimiento del entorno y la evolución de sí mismo adentro de la vida. Por ésto digo que cada viaje es una historia de amor, con el entorno, con el paisaje, con la cultura y el arte del sitio visitado, con el aire y con los atardeceres, con el aprendizaje.

A dos personas les puede gustar mucho el mismo sitio, ponele Merlo, en San Luis, y cuando les preguntas que es lo que le encuentran de maravilloso, una te dirá que la energía del lugar y su gente, otra te contará acerca de la mansedumbre de sus pájaros, como habrá quién retiene el color indefinidamente bello de sus cerros y quién se maraville con el águila que baja a comer todos los días a la misma hora. Igual pasa adentro de varias personas que leen un mismo texto.

El viajar nos entrena la capacidad, la aptitud y la actitud para ver lo nuevo, lo extraño, lo no cotidiano. Nos cambia la mirada, como cada historia de amor. Nos permite el milagro de la resignificación, como cada nueva lectura. Viajar nos vuelve más maduros, más profundos, más humanos; hace que nos sintamos más cerca del mundo porque conocer un poco más el mundo que nos sostiene es conocernos más a nosotros mismos, con una manera que no se circunscribe a ningún lugar concreto y se asienta en algo más profundo: su esencia maravillosa, la que deja la huella interna, ese gusto a cosa insuficiente e imperfecta que impulsará al próximo viaje; y así… porque el viajero asume como propia la aventura de sentir que siempre habrá una emoción para emprender, como un lector ante el libro, como cuando sentís cerca al amor y le sonreís.




MabelBE ·  2008

viernes, 28 de abril de 2017

Eso

Lo que pasa es que necesito ir completándome, aunque a veces con el centro un poco hacia el afuera. Soy como un opúsculo, una escritura guiada y a la vez investigándome. Un cerco con vida propia que crece, se aísla, se frustra cada vez que se envalentona, y avanza. Avanzo como un animal sinuoso y me transformo en lilium, muchos liliums, grandes colores. Y más adelante ahí voy, río con piedras abajo, como si no supiera. Y cuando me invade esa pulsión de felicidad, que dura rato largo y se busca que vuelva después siempre y siempre después, ahí me encuentro un poco y me reconozco en un despliegue de hermosura al saludar a mi alma, y luego al abrazar a mi propio espíritu, que es como abrazar a la tierra y a la energía de la tierra, el todo de todos. Y a la vez, adentro de una burbuja que define mi propio entendimiento, desprecio lo que soy. Todo es momentáneo, pero bien vertiginoso. Por dónde te vería entrar?, cómo?, con qué fuerza maravillarías mi aura?. No quiero ser usada por la indiferencia de la exposición. Temo que eso me mate para siempre. Y a la vez te busco, sé que cuando aparece la noción también aparece el miedo. Tan feroz, aquel todo de todos. El día que explote, el mundo va a cambiar. Por eso necesito completarme. Y para contemplar al amor de paseo, elegante, en el mas cómodo azul, haciendo desaparecer este sinsentido. Si pudieras igualar, si hubieran podido igualarlo. O si yo pudiera hacerlo. Claro que sé lo que necesito, eso es lo que pasa.

MabelBE

miércoles, 15 de marzo de 2017

María la nube

María la nube: 
Camino entre espinas en la oscuridad
hacia aquello que fue hacia lo que será
y mi única arma mi único sostén
son mis uñas violetas como el ciclamen.

El antifonista: 
La vi en todas partes. Con una copa en la mano mirando el vacío. Escuchando discos en el piso. Caminando por la calle con anchos pantalones y un viejo impermeable. Frente a las vidrieras para niños. Más triste entonces. Y en las discotecas, más nerviosa, comiéndose las uñas. Fuma incansablemente. Está pálida y hermosa. Pero si le hablas no te oye. Como si algo sucediera en otra parte -algo que sólo ella percibe y la espanta. Aprieta tu mano, lagrimea, pero no está allí. Nunca la toqué ni tuve nada de ella.


María la nube [María Nefeli] / Odysseas Elytis