un eco sin fuente que se percibe como viento
que no toca nada, pero igual insiste,
como si el aire supiera cosas que la mente no archiva.
Ahí habla lo que no pudo decirse.
Con su ausencia.
Es el síntoma antes del síntoma:
el cuerpo recordando,
los brazos extendidos de una historia incompleta.
los brazos extendidos de una historia incompleta.
Y una intenta mirar, sujetar el hilo del malestar,
pero el hilo se disuelve en los dedos,
como si el propio acto de buscar
fuera lo que lo mantiene escondido.
Hay momentos en que se deja ver -un segundo y su luz
periférica-. La mirada pesca algo en el borde de la visión,
y entonces el alma tose,
como si expulsara el polvo
de un miedo antiguo y sin nombre.
Después todo vuelve a su sitio.
La normalidad.
El mate, la calle, las palabras de siempre,
la paciencia del animal que duerme,
pero nunca descansa del todo.
El mate, la calle, las palabras de siempre,
la paciencia del animal que duerme,
pero nunca descansa del todo.
Cuartetos / MabelBE