Lo difícil de mi cara brota de un corazón alérgico a la nada. Desde que me apropié de aquel atardecer, que nunca tuvo algo con las estrellas, duermo con una grieta incómoda entre los brazos. Y el alma anudada a relojes detenidos, que me obligan a seguir siendo un pozo por donde se siguen yendo mis cosas.Pero me falta saber cuál es la mirada de ojos cerrados, pisar el tramo superior de la escalera de incendios, y vivir esa transmutación de lo imposible en posible que el mismísimo amor ha reservado para nombrarme.
MabelBe




