-¿Tu paraíso es artificial, ciempiés?, pregunta Ebelina
a un gusanito que camina por ahí.
Cualquiera, muy tranquilo, tan tranquilo
se calla y suspira, arde alcohol.
Corro a tomar mi lugar. En cuclillas
oigo los ruidos de la noche, oprimo a una paz sonámbula
me siento espiada por el colmenar de atrás.
Tomo la mano de Cualquiera y camino entre sus señales
crueles.
Se acerca Muchachón
desnudando similitudes y celos como un futuro sin mañana.
Ebelina: -Te dije mil veces que es verlos sin verlos,
¿cuándo aprenderás lo que sucede por lo que ha sucedido?
Cualquiera, y su vida cero maestril.
Cualquiera y Muchachón, que a veces se confunden
con un ciempiés.
Cualquiera, y su desgarbada fatalidad para nada inocente.
El olor de la ternura de un perro basta para narrar una noche desgarrada.
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® Mabel Bellante, 1995
El escritor que conoce la impresionante riqueza del diálogo silencioso, perdurable en la fortaleza de lo que es posible de ser reflexionado más allá de la palabra, a sabiendas de esa posibilidad de volver a "reescribirse" y de "releerse" propia de la vida, aparece ante los ojos del lector como un espacio limpio que permite el crecimiento de la mirada, agradecido a la vez en la constancia de su profunda y permanente necesidad de comunicar y comunicarse, como un niño que ríe y juega, e invita, y a veces como alguien contra el cual luchar.