No es el cuerpo que se paraliza en estas situaciones, porque sé lo que es estar paralizada por el pánico. Es que se borra lo vivaz del día, decidir se transforma en un recurso de estilo: cómo lo digo, cómo te lo digo, cómo se los digo, que letras omitiré en mis explicaciones que no despejan incógnitas. Camino entre árboles y lianas y hay ruidos de supuestos animales, y así es como tiene que ser, ya me convencí: nunca podré cambiarme.
Pero no quiero reírme fuerte, porque, quién sabe qué puede pasar, estamos en un universo regido por el azar, si pudiéramos acercarnos a su íntimo tejido, veríamos que en las hojas no hay esquinas y en los pétalos no hay esquinas. Tengo una blusa violeta, es de mis preferidas, pero se desabrocha cuando me río fuerte.
La energía se derrama en el éter porque el agua no tiene esquinas o algunos ojales son demasiado grandes para el botón.
Ahora me río también por el halo hipócrita que percibo en otrxs y en mí. Es que, si no hubiera posibilidades de algo, un cambio, una esperanza, no habría expectativas, no habría ansiedad, no habría angustia. Y a mí suele generarme angustia el otro, su energía, su postura y, a veces, su olor, por ésto fracaso cuando quiero educar manteniendo cordura y cuando trato de asesinar mi parte estúpida.
Circunvalaciones / mabelb
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