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domingo, 23 de julio de 2017

Belleza otra vez por aquí


El tiempo que revive en el recuerdo de otras veces, la misma emoción perceptiva del amor que, sin cesar, renace y completa al espíritu. La felicidad en el tiempo y en el sueño donde me contabas sobre ese paisaje que veíamos desde una colina. La lealtad fluye y circula, y lo contrario desaparece sobre la banquina, de aquel mediodía mágico, su ruta con plantas y flores de enormes colores, yendo. En lo que amé y amo soy mi propia búsqueda y esas tardes de primavera sentada en el pasto con la frescura del sol cuando baja. Cuando me encontré cara a cara con mi fidelidad y el honor que no tiene prisa, fui aquellos con los que comparto la suave subida al cerro de los sueños cumplidos. Belleza otra vez por aquí.

MabelBE

viernes, 2 de junio de 2017

Un espacio adulterado

Resignificar será porfiar por la alegría sin sufrir la espera?, como tener las anginas de la niñez, con el plus del peso de las ausencias en el pecho y sin que moleste?, incluirá no dejarse engañar ni por uno mismo?

MabelBE

Salida entrada salida

................Cada SALIDAes
.............................una
.........................entrada ...A
...................otro lugar.

......................................................................................................................Tom Stoppard

El resto es verso

lunes, 1 de mayo de 2017

Un espacio soportable

Soportar sin ironía dogmas ajenos, sumando experiencia pragmática hasta cuando se piensa en el otro como un terrible pedazo de cretino que siempre termina siendo la promesa mejor vestida de una fiesta inútil. Sonreír. Dejar de sonreír y por fin salir.

MabelBE

domingo, 30 de abril de 2017

Lectura, viajes, amor



Que al ser humano le apasiona viajar es una cuestión que nadie discute. Desde siempre. El por qué, es más complicado de explicar porque los viajes son parte indisoluble del espíritu y, ya se sabe, el espíritu es algo escurridizo. Tal vez sea que concede el hábito de vivenciar colores, hasta entonces ignorados, y a la realidad del mundo, dentro de la dimensión vital que encierra cualquier viaje, y esto es algo que todos deberíamos vivir. Tal vez sea que viajar es una actividad física, una actividad psíquica, y una actividad espiritual, constantemente interrelacionadas, en continua transmutación. Como el amor. Como la lectura.

Pienso que todo paisaje es como un libro, que admite amorosamente miles de lecturas y permite que cada paseante resignifique -en ese presente original- el suelo donde está parado, otorgándole un sentido especial a partir de la propia experiencia personal.

Así como la lectura forma, transforma, informa y conforma, colocando al lector en perspectiva con lo que es íntimamente, enfrentándolo a su propia esencia, cada paisaje que ingresa al ánimo del viajero es una nueva herramienta para su vida, la que lo acunará y sostendrá imprimiéndole energía cuando sea necesario, la que le permitirá reinventarse a través de la enseñanza de lo vivido a lo largo de su existencia.

Cada individuo es un universo, una suma de paisajes que sus ojos aún no miraron. O una búsqueda propia del mundo, cada vez que imprime su mirada personal a cada horizonte. Hay viajeros a los que les encanta la ciudad y las calles con sus vidrieras, los hay exploradores de paisajes característicos, mientras que otros buscarán conocer las costumbres mezclándose con la gente del lugar. Y asimismo, cada sitio posee una energía determinada, única pero que actúa diferente según la persona. Viajar es una lectura, porque viajar es sentir el movimiento del entorno y la evolución de sí mismo adentro de la vida. Por ésto digo que cada viaje es una historia de amor, con el entorno, con el paisaje, con la cultura y el arte del sitio visitado, con el aire y con los atardeceres, con el aprendizaje.

A dos personas les puede gustar mucho el mismo sitio, ponele Merlo, en San Luis, y cuando les preguntas que es lo que le encuentran de maravilloso, una te dirá que la energía del lugar y su gente, otra te contará acerca de la mansedumbre de sus pájaros, como habrá quién retiene el color indefinidamente bello de sus cerros y quién se maraville con el águila que baja a comer todos los días a la misma hora. Igual pasa adentro de varias personas que leen un mismo texto.

El viajar nos entrena la capacidad, la aptitud y la actitud para ver lo nuevo, lo extraño, lo no cotidiano. Nos cambia la mirada, como cada historia de amor. Nos permite el milagro de la resignificación, como cada nueva lectura. Viajar nos vuelve más maduros, más profundos, más humanos; hace que nos sintamos más cerca del mundo porque conocer un poco más el mundo que nos sostiene es conocernos más a nosotros mismos, con una manera que no se circunscribe a ningún lugar concreto y se asienta en algo más profundo: su esencia maravillosa, la que deja la huella interna, ese gusto a cosa insuficiente e imperfecta que impulsará al próximo viaje; y así… porque el viajero asume como propia la aventura de sentir que siempre habrá una emoción para emprender, como un lector ante el libro, como cuando sentís cerca al amor y le sonreís.




MabelBE ·  2008