Se va una parte de vida,
escurridiza, seca, tierra vieja,
que desgajó los caminos,
convivió con mi destino
y lo que más quería era bailar,
Poco antes de morir
comentó entre silencios
que fue un otoño sin magia,
sin remedio, algo perdido.
Pero que ya terminó, anuncia.
Sus moles de silencio
fundían el aire punzado
hasta hacerlo cascote de tristeza.
¡Tantos años respirando
esos entes de nostalgia!
¡Yo hubiese querido
sentir su felicidad!
Desleída, sin ver la desventaja,
los secretos y fantasmas
comían mi desayuno.
Los días desaparecían
y, en mi corazón ingenuo,
la hostilidad de sus ojos
fluía quieta
en metódica disolución.
Así se volvió problema intenso,
escurridizo, seco, tierra vieja,
que siempre me hace llorar.
Y ahora me está diciendo
que primero no supo y que después no
pudo.
¿Cómo me saco del alma
este vacío inyectado
que me torna sepultada?
Esa tristeza, tan suya,
hace días que está de visita.
Y cuando se pone al lado
me duele adentro la niñez.
Lágrimas que saltan, una, otra, apuradas
o veloces, tac tac tac
sobre el vidrio de la mesa.
Me pide que le perdone la impotencia
vital,
su desconfianza infinita,
el no haber bailado.
Que no supo, repite
que no pudo
y se va.
MabelBE
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