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domingo, 1 de diciembre de 2024

Que hay que perdonar


Se va una parte de vida,

escurridiza, seca, tierra vieja,

que desgajó los caminos,

convivió con mi destino

y lo que más quería era bailar, 

Poco antes de morir

comentó entre silencios

que fue un otoño sin magia,

sin remedio, algo perdido.

Pero que ya terminó, anuncia.

Sus moles de silencio

fundían el aire punzado

hasta hacerlo cascote de tristeza.

¡Tantos años respirando

esos entes de nostalgia!

¡Yo hubiese querido

sentir su felicidad!

Desleída, sin ver la desventaja,

los secretos y fantasmas 

comían mi desayuno.

Los días desaparecían

y, en mi corazón ingenuo,

la hostilidad de sus ojos

fluía quieta

en metódica disolución.

Así se volvió problema intenso,

escurridizo, seco, tierra vieja,

que siempre me hace llorar. 

Y ahora me está diciendo 

que primero no supo y que después no pudo.

¿Cómo me saco del alma

este vacío inyectado 

que me torna sepultada?

Esa tristeza, tan suya,

hace días que está de visita.

Y cuando se pone al lado

me duele adentro la niñez.

Lágrimas que saltan, una, otra, apuradas

o veloces, tac tac tac

sobre el vidrio de la mesa.

Me pide que le perdone la impotencia vital, 

su desconfianza infinita,

el no haber bailado.

Que no supo, repite

que no pudo

y se va.


MabelBE

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