La Antigüedad agregó, muy pronto, a los dos géneros expresamente funcionales del discurso: el judicial y el político, un tercer género, el epidíctico, discurso de aparato, destinado a la admiración del auditorio (y ya no a su persuasión). Así, la cultura occidental asignó a la descripción la finalidad de lo "bello", y durante mucho tiempo tuvo esta función estética. En la neorretórica alejandrina se dio un fanatismo por la ekphrasis, fragmento brillante, desgajable, con un fin en sí mismo, independiente de toda función de conjunto, cuyo objeto era describir lugares, tiempos, personas u obras de arte. / El efecto de realidad. Roland Barthes.
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