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jueves, 3 de noviembre de 2022

El camino adornado

La ruta reposaba bajo el sol, los rayos que llegaban hasta el pavimento dibujaban chispas luminosas que ondulaban a pocos centímetros del suelo, como tomando distancia de algunas marcas de rueda de camión y del oscurecido trazo que marcó una frenada, imborrable, a pesar de que el tiempo transcurrido lo estaba volviendo de un gris cada vez más claro.

Si alguien se hubiera sentado sobre las líneas negras del centro, dice él, podría haber visto cómo se desdibujaba en el horizonte, cómo se disolvía la senda en el celeste del cielo, como un camino imposible de abarcar.

Iba en un falcon bordó, de los que eran mas rápidos de la época. Manejaba rápido, le gustaba ponerlo al mango y que la carrocería de adelante temblara, sólo bajaba la velocidad y se quedaba tranquilo cuando sentía el temor de que se soltara la traba del capó y se levantara tapándole la visión. Le gustaba manejar cuando no había tránsito. También de noche, pero nunca en el atardecer, cuando las distancias engañan.

Salió de Carlos Casares bien temprano esa mañana, rumbo a la Capital. Conocía el paisaje, los montes que -pese a las inundaciones- permanecían firmes. -Los árboles viven de pie, este debía haber sido el título, pensó mientras puso cuarta y se disponía a disfrutar del viaje.

En treinta y pico de años, hizo el mismo trayecto miles de veces, ida y vuelta, en diferentes autos, una vez en moto, demasiadas en colectivo. La ruta 5 lo encantaba y lo hacía temer a la vez, por eso prefería el tren, que se colaba adentro de los campos, con su velocidad tenue, regalando esa incómoda tranquilidad de observar con detenimiento los sembrados, las vacas y terneros que siempre le generaban tristeza, las flores silvestres meciéndose con el viento, en medio de lloriqueos de niñas y niños que iban sentados entre sus padres, siempre con aburrimiento, y los olores de las comidas que salían de las bolsas, sandwiches de milanesa grasosos, gaseosas que terminaban derramadas, retos, olor a cigarrillo ajeno...

Ese día pensó en el tren, pero finalmente se decidió por el auto. Puso música ni bien pasó la rotonda de entrada, pasó la primera curva, el puente de 9 de Julio. Después de Chivilcoy el recorrido se hacía más movido, la circulación era mas heavy y había que poner toda la atención en los otros vehículos, por las dudas.

Por Bragado ya había pasado el momento rock, tenía cincuenta kilómetros para disfrutar, hasta el angostamiento de Chivilcoy. Iba a 80 o 90, sólo si era muy necesario subía a 100; ésto le permitía mirar a los costados adelante, banquinas, filas de árboles, tranqueras, casas a lo lejos… tal vez fueron los campos con colores que iban del verde al amarillo, pasando por el marrón, los que lo hicieron sentirse flotando, él seguía en el volante pero su ser estaba en el costado, a la izquierda, en un paisaje que era el mismo pero era otro. 

Los árboles cobraban colores fuertes y alegres, los troncos se movían con un compás mágico, igual que las flores: ¿por qué nunca había visto la simpatía de esas flores y esas hojas que le mandaban la energía de amor de ciertos abrazos?. Se preguntó muchas cosas, y todas eran olvidadas en un instante, y cada instante era atípico. La tierra se mostraba muy amable con él, ese universo lo amparaba y lo acompañaba sin cómos ni porqués, ni para ques. El sol daba el calor justo, dice una y otra vez. Él se obliga a no olvidar ese momento inesperado donde, por única vez en su vida, no necesitó nada, aunque ya ha comprobado que, con el paso de los años, hay detalles irrecuperables en su memoria.

Una fiesta, ese viaje desdoblado donde -siempre repite- un ángel invitó a su alma a salir del falcon bordó y llevó a su ánimo a sentir, a la vez, alegría y felicidad. Dice, colocando las manos con las palmas hacia arriba, que no puede explicar mejor porque no existe una palabra que defina la unión de ambas sensaciones, pero en su sonrisa es posible notar que se siente un elegido. Los árboles, como seres enterrados desde la cintura a la cabeza -brazos incluidos- lo saludaban con sus pies sin dedos al compás del viento.

                                                                                                                                                                                           MabelBE


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